La ciudad ideal de la Marea

esta es una ciudad falta de movimiento, que se demuestra andando; cosa que no sabe hacer la Marea que nos gobierna, la cual está completamente inactiva. Los acuerdos municipales se toman en muchos casos sin ánimo de cumplirlos. Se hace el trámite plenario y se olvida con el paso del tiempo lo acordado. En otros casos se buscan subterfugios para alargar su cumplimiento y, al final, tampoco se respeta el propósito de cumplirlo.
La ciudad o ciudades en poder de los mareantes muestran unos problemas en la dejadez municipal que son palpables al ciudadano observador; el municipio no parece moverse al mismo paso que marca la ciudadanía, sino que va por libre. Fueron unas marcas blancas que llegaron, pero no han sabido estar en los ayuntamientos. Es como aquel que llega a la ciudad, pero la ciudad no entra en su persona. Así las cosas, La Coruña padece, al igual que Santiago y Ferrol, una apatía que tiene a sus ciudadanos descontentos con la labor desempeñada por sus gobiernos, después de haber llegado como un atisbo de nuevo aire que prometía cambiarlo todo y ser más transparente. El caso es que lo han complicado todo desde el inicio de la legislatura al no haber hecho absolutamente nada en beneficio de sus respectivas ciudades.
El ejemplo más palpable se halla en La Coruña, al observar el abandono en que se encuentra el parque de Méndez Núñez (los jardines de toda la vida) con botellón incluido y los perros sueltos campando a sus anchas, que no es culpa de los perros, sino de sus dueños por la falta de civismo, pese a haber señales que lo prohíben. Las estatuas del jardín, orgullo de los coruñeses en otra época, están en completo abandono, sucias, falta de rotulación que los vándalos despojaron en un despropósito bacanal. En todo este periodo de tiempo solo se arregló la de Daniel Carballo; el resto languidece de un pasado mejor. Lo mismo que el jardín de San Carlos, que luce otro simbólico abandono que demuestra la falta de mantenimiento en todo su conjunto, en especial la tumba de John Moore, que amenaza ruina. Lo mismo se puede decir del resto, de parques y jardines dejados de la mano municipal y faltos de atenciones.
Las calles sufren una falta de mantenimiento que provoca que en algunas de ellas existan auténticos baches que van camino de socavones; entre ellas destacan las del centro de la ciudad y la también ña del Río de Monelos. Están faltas de limpieza, no se reponen las papeleras ni los contenedores, hay manchas de aceite, sobre todo en la calle Real, que hacen peligrar con la lluvia la verticalidad de los peatones. Existen pintadas en las fachadas, no se respetan ni las que son monumentales o protegidas. Los vándalos (que no son artistas del “grafiti”) dejan su absurda impronta en portales, portones, puertas, persianas metálicas y un largo etc., demostrando su desprecio hacia los demás; y sobre todo asombra la impunidad en que se encuentran ya que no son castigados por el daño causado. Las plazas públicas están olvidadas y un ejemplo es la de Santa Catalina, que se halla en pésimas condiciones que ponen en riesgo la seguridad peatonal. Quizás sea así la ciudad ideal de la Marea o sus problemas internos no le dejan ver las necesidades de sus respectivas ciudades.

La ciudad ideal de la Marea

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