Mi tío Desiderio

Parece que fue ayer y ya pasaron cuarenta años y tres días. Suena a condena carcelaria. Desde que cascó Franco, se abrió para mí una nueva expectativa de vida. 
Pasaron tres años de lo que llamaron “transición a la democracia” en vano. Fue para mí una inútil travesía del desierto, cuando nos presentaron una esmirriada Constitución. 
No lo digo por su espesor, sino por el contenido. Tras treinta y siete años continúa inamovible, excepto una mamarrachada cambiada sin consultar al pueblo. Pero “lo gordo” no lo mueve ni cristo. 
Ahí sigue enhiesta, más tiesa que la Cruz del Valle de los Caídos, donde reposan los restos de mi tío Desiderio. Desiderio, Desiderio. Siempre triste y siempre serio. Si no fuera por el rayo. De lunita que la alumbra. Que sería de su fosa, que sería de su tumba, tumba, tumba, si no fuera por el rayo de lunita que la alumbra, que sería de su fosa que sería de su tumba. Ustedes y Dios disimulen. Amén.

Mi tío Desiderio

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