La moral intermitente

oponerse a la eutanasia es legítimo, pero criminalizar a quien la desea es de una aristocracia moral insoportable. Porque tan legítimas son las convicciones de quienes desean agotar su vida, por dolorosa que sea su circunstancia final, como quien decide no prolongar una agonía insoportable cuando la supervivencia es inviable. Es más, estoy convencido de que entre quienes se niegan a regularla legalmente hay personas de doble moral que, llegado el caso, usarán su influencia, descolgarán el teléfono y buscarán a un doctor Montes que acorte un final insufrible para alguno de los suyos.
Tenemos memoria. Y en ella se acumulan toda suerte de sepulcros blanqueados. Antiabortistas de pro que viajaban a Londres a interrumpir sus embarazos o empujaban a sus hijas a hacerlo, casados que compaginaban su indisoluble matrimonio con sus amantes y aparentes herterosexuales que disfrutaban de su homosexualidad en secreto mientras vociferaban en público o en el púlpito contra los sodomitas, reclamando para ellos la condena eterna por su pecado nefando y la cárcel por su delito.
Jose Ignacio Echániz, portavoz del PP en el Congreso, ha dado una vuelta de tuerca más esgrimiendo el miserable argumento de que el gobierno pretende legalizar la eutanasia para ahorrarse costes sanitarios. Alguien que ha sido consejero de Sanidad en dos comunidades distintas debería cuidarse mucho de establecer relaciones entre los recortes sanitarios y el acortamiento de la vida. Pero aunque indigne su actitud, no sorprende. Echániz es heredero de la Alianza Popular que votó contra la legalización de los anticonceptivos en el 78 y contra la Ley del divorcio en el 81. Fue entonces cuando Francisco Álvarez Cascos, que llegó a acumular gran poder en el partido, publicó un artículo en el que defendía la indisolubilidad del matrimonio y la exigencia de que el estado lo preservara. Pues bien, este hombre acumula ya tres divorcios.
Fue Alianza Popular la misma formación que se opuso al aborto y llevó la ley al Tribunal Constitucional, dándose la curiosa circunstancia de que, cuando en 2010 se discutió y aprobó la Ley de plazos, nuevamente se opuso y pidió volver a la de supuestos porque era la que suscitaba consenso social. Un consenso del que, salvo valientes excepciones individuales, nunca participaron. Ya reconvertido en PP, la formación de Echániz votó contra el matrimonio igualitario y buscó de nuevo su inconstitucionalidad. Y este es el mismo partido, sí, que después gozó de mayorías absolutas suficientes como para tumbar las leyes que pretendió que no nacieran. Pero no lo hicieron, ellos son así. Exhiben una moral intermitente creyendo que la memoria de los ciudadanos tenemos una memoria tan inconsistente como sus convicciones. En fin, vivan su vida como deseen, pero al resto déjennos de una vez vivir y morir en paz. 

La moral intermitente

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