8-M

Hace unos días, en una reunión de prensa, un periodista me preguntó qué me parecía que hubiese tantas mujeres encabezando las candidaturas a la alcaldía de A Coruña. Venía de un desayuno informativo y caí entonces en la cuenta de que, en aquella mesa donde habíamos estado hablando de propuestas de futuro, de ciudad, de crecimiento, éramos cinco mujeres –contando conmigo– y más del doble de hombres.


Con esa imagen en la retina me di cuenta de que sí, la pregunta era pertinente, y precisamente por eso, me pareció preocupante. Porque, desengañémonos, sigue pareciéndonos noticiable que las mujeres ocupen en igual número que los hombres puestos de responsabilidad.

Respondí que me encantaría vivir el día en que ese hecho no fuese noticia, y lo cierto es que fue una respuesta sincera, pero también un propósito.


En un país donde el pasado 2018 47 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas, donde seguimos escuchando y leyendo que son “muertes” cuando son “asesinatos”, no caben medias tintas. Y que el señor Casado hable de “hombres que no tratan bien a las mujeres” es un ejemplo de esas medias tintas. Es la parte más grave, más acuciante, de una desigualdad real que no podemos obviar. Porque seguimos llegando menos y más tarde a los puestos de responsabilidad, porque seguimos cobrando menos, porque seguimos cargando con la mayor parte de las tareas del hogar, del cuidado familiar, de la vida diaria.

Porque seguimos siendo histéricas en contextos y situaciones en los que ellos son considerados asertivos. Porque seguimos siendo facilonas si decidimos, como dice la canción, cómo, cuándo y con quién. Porque da igual que seamos campeonas deportivas, directoras de empresas millonarias, líderes políticos: hay quien sigue preguntándonos por nuestra vida sentimental o por la marca del vestido.


El feminismo –qué miedo parece dar a algunos esa palabra, con la definición tan bonita que tiene– es necesario. Muy necesario. Porque la igualdad real, aunque más cerca que hace 20 años, sigue estando lejos. Porque todavía hay quien habla de “denuncias falsas” cuando no llegan ni al 1%. Porque existen fuerzas políticas que plantean como innecesaria la ley de violencia de género. Porque tenemos líderes políticos que aún hoy plantean volver a la ley del aborto de los 80, una regresión en los derechos alcanzados por todas absolutamente inasumible. 


La política ha de ser feminista, porque la igualdad no puede discutirse. Igualdad de oportunidades, de derechos, de trato. Igualdad de opciones. Igualdad de derechos. Es tarea nuestra escuchar a los ciudadanos y convertir en leyes y normas aquello que la sociedad reclama. Sin embargo, no es tarea nuestra abanderar un movimiento que es de por si transversal y multitudinario.


Por eso, como el año pasado, el próximo 8 de marzo me encontrarán entre la muchedumbre que llenará las calles de A Coruña reclamando más feminismo, que es lo mismo que más igualdad. Fuimos miles en 2018, y seremos más este 2019. Todos diferentes, todos iguales. Me sumaré al clamor como mujer y coruñesa que soy, como feminista, como ciudadana. Y lucharé después por apoyar ese mandato de igualdad desde María Pita. Porque queda mucho camino que recorrer, pero juntos –sí, todos juntos, en igualdad de condiciones– podremos conseguirlo.
 

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