No son 300, son 53

edro Sánchez sigue la ceremonia de la confusión para llegar al objetivo previsto. Cada vez es más transparente y cada vez juega más a ocultar la bola negra en el cubilete. O Podemos “traga” –y se están haciendo desde el PSOE todos los movimientos para que así sea– o habrá elecciones. Sánchez hará todo lo posible para que Podemos rechace su oferta. Esta semana presentará sus “300 propuestas integradoras” y acaba de declarar que la alternativa a una coalición electoral –descartada– o a otras elecciones es “un programa progresista común” para un “gobierno progresista y coherente”. Para construir esa alternativa progresista, el presidente en funciones necesita no solo los votos de Podemos sino también los del PRC, el PNV, Bildu y alguno más. Al margen de poner en duda que los votos de estos partidos, especialmente los del PNV, la derecha vasca de toda la vida, puedan considerarse con un mínimo rigor como una alternativa “progresista o tan siquiera “de izquierdas”, la clave está en el día después.
Imaginemos que Podemos se pone una venda en los ojos, se tapa la nariz y vota la investidura de Sánchez. Imaginemos que Sánchez, además de los votos de Revilla, Urkullu, Otegi y quien sea, al precio que sea, alcanza la investidura. Imaginemos que se abstienen el PP o Ciudadanos o los dos. Imaginemos... ¿Y el día después de dónde va a sacar esos 53 votos que necesita para aprobar casi todos los proyectos sin hablar de esas reformas de fondo para las que se necesitan mayorías cualificadas? ¿Qué precio va a tener que pagar por cada voto en cada proyecto? 
¿Cuál es el resultado de los meses en los que Sánchez, tras el apoyo de los independentistas y del PNV para echar a Mariano Rajoy en la moción de censura, ha gobernado con el apoyo de Podemos? Hasta para Podemos es absolutamente negativo. Pero, sin duda, lo es para cualquier observador independiente. Un solo proyecto de ley aprobado, un abuso incontable del decreto ley, una renuncia a hacer algo y solo operaciones de disimulo: los restos de Franco, la memoria histórica, marketing, mucho marketing y postureo. Las reuniones con organizaciones sociales –todas de izquierdas, todas favorables al PSOE– son exactamente eso: postureo y presión a Podemos. Pero ninguna de esas asociaciones tiene voto en el Parlamento.
Decía Julio Anguita hace unas semanas que “si se comparte programa con Podemos –que es la última y parece que definitiva oferta de Sánchez– lo normal es que se forme Gobierno con Podemos”. Eso es de primero de Política. Este verano he leído a dos escritores que me han parecido mucho más inteligentes y cercanos a la ciudadanía que la inmensa mayoría de los políticos. La escritora Cristina Morales, Premio Herralde 2018, dice que “es sorprendente que la gente siga votando”, y Leonardo Padura, el gran escritor cubano, remataba la faena: “Solo me preocupa que falle mi detector de gilipolleces”. El suyo y el nuestro.

No son 300, son 53

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