El misterio de por qué estamos todos locos

No sé tú, pero yo...” decía el bolero que compuso Armando Manzanero y que cantó, entre otros, Luis Miguel. “No sé tú, pero yo...” estoy harto de esta vieja política, que ya denunciaba Ortega, y, sobre todo, de estos políticos antiguos, incapaces de decir la verdad, de conectar con las necesidades reales de los ciudadanos y, sobre todo, de encarar el futuro con consensos. Porque el futuro va a ser diferente y va a exigir grandes acuerdos ante problemas complejos. Por eso me atrevo a decir que hay que aprovechar este tiempo de verano para descansar, para desconectar y para recuperar fuerzas. Esa recomendación vale también para los políticos en el Gobierno o en la oposición: por favor, váyanse de vacaciones, no hagan nada, seguro que las cosas no irán peor si no hay nadie al frente del “mando único” o del otro. Cuando el presidente de Argentina se encontró con la madre del Facundo Cabral, le preguntó: “Señora, ¿qué quiere que haga por usted?”. Y ella le respondió: “Con que no me joda, tengo bastante”. Pues eso.
Nos espera, seguramente, uno de los peores otoños de nuestra vida. Tendremos que poner en marcha la reconstrucción de un país devastado por el Covid y por la mala gestión de los gobernantes. Y aunque Europa nos suelte más dinero, lo hará con exigencias. Nos van a decir que gastemos bien, pero que gastemos menos, que reduzcamos el déficit, que la reforma laboral se toque poco, que la fiscalidad se adecue a la europea, que rindamos cuentas de lo que hacemos con el dinero que se nos da. Y el Gobierno tendrá que aprobar unos Presupuestos, afrontar un desempleo escandaloso, sacar del hundimiento a sectores básicos y ver dónde invertimos para tener futuro, sin nacionalizaciones que son pan para hoy y hambre para mañana.
Mientras todos miramos si hay un rebrote del Covid o viene otro virus, nuestros políticos tendrán que abordar una reforma sanitaria sin apenas medios y, me temo, sin contar con los profesionales que son los que saben; ver qué hacen con la educación en, seguramente, el curso más complejo y difícil de la historia; y enfrentarse a un otoño caliente en las fábricas y en las empresas. Y todo ello sin hablar del “rebrote” del problema catalán, del debate sobre la Monarquía, del colapso de la Justicia o de los efectos del Brexit para Europa. Y en casi el noventa por ciento de todos los problemas citados, alguien que tiene altas responsabilidades, puede hacer que todo empeore. Pablo Iglesias, que también tiene abierto su caso.
Decía Mark Twain: “Vamos a replantearnos que estamos todos locos; eso explicaría cómo somos y resolvería muchos misterios”. Descansen. Cuando llegue septiembre, alguien se encargará de confirmar que este mundo está loco. 

El misterio de por qué estamos todos locos

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