Sí, yo también soy Vicente Vallés, ¿usted no?

cientos, miles de tuits dicen estos días “yo también soy Vicente Vallés”. El periodista presentador de Antena 3 se ha convertido, creo que involuntariamente, en el enemigo número uno de Podemos en unos medios de comunicación en los que la formación morada se ha ganado a pulso desafectos en abundancia. El ‘caso Dina’, que Pablo Iglesias esperaba ver desaparecer pronto de los titulares, es, en verdad, un asunto menor, que no llegará a nada penalmente. Pero el propio Iglesias, con sus reacciones desaforadas, lo está convirtiendo en un episodio de caza mayor... contra él.
Vallés no ha dicho nada que otros no hayan, hayamos, dicho respecto al pringoso ‘affaire’ en el que se mezclan todos los elementos que gustan a los chicos de la prensa y al lector, oyente o telespectador: sexo, policías corruptos, política de la mala, fiscales... Y un juez, el tenaz Manuel García Castellón, indignado porque alguien pretendió engañarle haciéndose pasar por víctima cuando en realidad, parece, no lo era. Este caso no lo va a soltar fácilmente.
Sí, está siendo Iglesias, mucho más que el juez o los chicos de la prensa, quien está magnificando un tema que ya debería ser objeto de esa comisión parlamentaria de investigación (aunque originariamente no la merecería) que ahora el propio secretario general de Unidas Podemos reclama indignado. Y ante la que promete llevar a periodistas varios, a la derecha, a la ultraderecha, a la ultra-ultra derecha, a Mariano Rajoy, a Soraya Sáenz de Santamaría... yo qué sé. Por si le sirve, y para que complete la ronda, puede llamar a otros muchos, entre ellos informadores que le oyeron hablar de manera especialmente desacertada de cómo tratar a los medios de comunicación privados o cómo asaltar los medios públicos. O de cómo somete a cuarentena informativa a los periodistas que no le gustan. Sobre eso puedo dar conferencias personalmente.
En suma, y aunque ninguna organización corporativa lo denuncie, me parece innegable que el vicepresidente segundo del Gobierno del Reino de España no tiene la menor idea de los compromisos y servidumbres que conlleva la libertad de expresión, que es un pacto con los intermediarios ante la opinión pública, con esa ciudadanía a la que Pablo Iglesias y su portavoz –que debería dejar de serlo– Pablo Echenique tanto dicen querer y respetar.
No sé mucho de los intríngulis del ‘caso Dina’; no figuro entre los receptores de las filtraciones, que llegan, me parece, de ámbitos del propio Podemos. Pero sí sé que alguien como Pablo Iglesias no puede, simplemente no puede, convertirse en el principal problema de un país y de un Gobierno angustiado ante la tarea de reconstruir España de la manera más transversal posible, preocupado ante la necesidad de recibir cuanto antes las ayudas de una Europa que nos escudriña y a la que Iglesias sorprende por ‘atípico’, digámoslo así. Debería marcharse de este Ejecutivo, someterse a los ámbitos de su defensa y llevarse con él a la ministra cuya presencia en el Gobierno forzó.
No sé si decir esto me convierte también en un “presunto periodista” afecto a no sé qué caverna. No se molesten: llevo cincuenta años ejerciendo mi profesión obligándome a una independencia progresista. Sé que mi voz no es tan poderosa como la de Vicente Vallés, un excelente periodista a quien conozco desde hace tiempo; pero, desde el susurro que me quede, quiero unirme a esos tuits que dicen “yo también soy Vicente Vallés”. Faltaría más.

Sí, yo también soy Vicente Vallés, ¿usted no?

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