No insistas, Pedro, en seguir fallándonos

Aver quién es capaz de echar las campanas al vuelo, tras haber visto, durante cinco meses, el concierto de torpezas y dislates al que, hemos tenido que asistir. Pero uno se aferra aún a clavos ardiendo porque piensa que el despropósito en el que nos han metido tiene que tener una solución. Y, así, escuchar, tan tajantemente, a Pedro Sánchez decir que ‘no habrá terceras elecciones’ me hace concebir una pequeña rendija de confianza en que, al menos él, no repetirá más de lo mismo. A Sánchez, que es el vértice por el que pasan las soluciones y los problemas, le he oído en las horas últimas que ya no habrá vetos y que tiende su mano a derecha e izquierda: ¿habrá abandonado ya su absurdo ‘no, nunca, jamás’ a un hipotético pacto con el PP? ¿Habrá entendido Sánchez que, si el veredicto de las urnas es el que parece que será, y si, como también le he oído decir, quien gane las elecciones tendrá que gobernar, ha de permitir a Rajoy que forme Gobierno?
Claro que todo eso sería un fracaso para las tesis de hasta ahora del secretario general del PSOE. Le apoyé como factor del Cambio, con mayúscula, creyendo que entendía que el cambio no era él exclusivamente, sino él y un conjunto de factores, en el que se incluía que el presidente iba a ser otro, alguien de la formación ganadora, es decir del PP. El Cambio debería haber sido impulsado desde una vicepresidencia ocupada por Sánchez, desde la presión reformista y dialogante. Pero Sánchez no comprendió que el cambio habría de ser gradual, que ya le llegaría la hora de escalar la cumbre de La Moncloa, que era más importante impulsar desde el ‘número dos’ las reformas que el país necesita que tenerle a él como presidente. Y menos mal que evitó, en el último minuto, aliarse con este Podemos que ya ha enseñado su verdadera cara, la de su líder Pablo Iglesias, tan mudable como la de Jano, en demasiadas ocasiones...
Es la hora de la rectificación. Sus colaboradores le han diseñado una campaña demencial, su escritor de monólogos de cámara le cuenta muchos cuentos, pero él debe entender que España le está mirando. Incluyendo, claro está, esa Cataluña cuyo president vino esta semana a Madrid yo creo que más para ver si le tienden una mano que para reiterar su mensaje independentista, que Puigdemont sabe bien que no va a poder completarse: se trata ahora de ver qué obtiene, y eso pasa por una negociación muy flexible con el Gobierno central. Una negociación que, en mi opinión, Rajoy ya no puede abordar, al menos en solitario.
Que no crean que las decisiones de calado pueden aplazarse. Que no se confundan pensando que este es un país dedicado al ‘pan y circo’ solamente por el hecho de que haya una pasión nacional ante determinados encuentros futbolísticos: tras la Champions van a renacer la pasión y la tensión políticas, porque la gente necesita recuperar la confianza en sus representantes. No la han merecido hasta ahora. Nada sé de lo que piensa hacer Rajoy a favor de esta nueva etapa de Cambio que se nos ha echado encima y que comenzará a plantear exigencias ya en la noche electoral del 26-j. He escuchado poco a Rivera, al margen de sus derivas ‘venezolanas’ y demasiado a Iglesias, especialmente en sus desvaríos en la meca económica. Sánchez emite mensajes contradictorios, pero mensajes al fin. Debe convencerse de que, si no sabe controlarlo, y hasta ahora no ha sabido, este proceso le aplastará, y todas las hipótesis de mejora abiertas podrían frustrarse para todos. Una vez le escribí: “no nos falles... más”. Ahora, sabiendo que el mensaje le llegará, le reitero: no insistas, Pedro, en seguir fallándonos. 

No insistas, Pedro, en seguir fallándonos

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