La Navidad empieza un 20 de agosto, ¿por qué no?

no, como todos los días, se lanza a recorrer las portadas de una treintena de periódicos nacionales y se queda petrificado de terror. Todo es obvio y lógico pesimismo, todo son malas noticias: los rebrotes furiosamente descontrolados, la economía que se nos va a pique, el emérito aparece en el peor sitio posible, millones de españoles se preguntan, sin hallar respuestas, si llevarán o no a sus hijos al colegio dentro de dos semanas.
El loco verano de otros tiempos ha dado lugar a este, tristón, sin alicientes, sin copas, sin tabaco, sin ligues. El sol agosteño es gris, como de finales de otoño. Y entonces llega un alcalde visionario y lanza un fogonazo luminoso: las luces de Navidad comienzan a instalarse en Vigo este mismo mes de agosto, ahí queda eso.
Tengo el mayor respeto por la figura política de Abel Caballero, el edil vigués. No se consigue todos los días mantenerse de alcalde durante trece años, con mayorías absolutas que ya quisieran para sí la casi totalidad de los otros regidores municipales. Presidió la Federación Española de Municipios y Provincias con tanto acierto que la FEMP fue calificada como ‘modélica’ en lo tocante a convivencia entre los distintos partidos... hasta que el tsunami desencadenado por los afanes recaudatorios de un Gobierno central angustiado por la crisis que viene hizo estallar la respetada institución.
Muchos dedos acusaron a Caballero de ser culpable de seguidismo a los ‘diktats’ de su correligionario Pedro Sánchez. El se defendió en los medios, alegando que la propuesta gubernamental era la mejor posible, y hasta nos hizo dudar. Pero esa propuesta se estrellará en el Parlamento, tras haber unido en su contra desde al PP hasta Bildu, hazaña difícilmente repetible. Y Caballero estará en el centro de esa tormenta, entre otras muchas que vendrán, ay.
Pelillos a la mar: esos avatares no anulan la iniciativa de alguien como Abel Caballero. En estas horas acapara notable interés por su iniciativa de instalar las luces de Navidad desde el 19 de agosto. Unos se escandalizan: mucho gasto eso de querer ser la ciudad más encendida del mundo en la época navideña, y encima va el edil y adelanta el bullicio navideño al verano, menudo desbarajuste, vaya despilfarro. Yo, por el contrario, defiendo en esto al munícipe vigués: no es pequeña cosa anticipar la alegría navideña a estos días en los que el jolgorio vacacional de siempre ha sido suplantado por la alarma, las aprensiones ante la que nos viene encima en septiembre, la falta de ‘nuestros’ turistas y una innegable tristeza generalizada.
Tanta falta como las vacunas contra el virus nos hacen algunas inyecciones de alegría, los fogonazos de luz. El día en el que creamos en nuestros representantes comenzaremos a vencer el virus, porque seguiremos sus recomendaciones y les consideraremos una guía fiable. No es el caso, lamentablemente. 
Quizá no estaría de más que alguien, en eso que se llamó la ‘marca España’, hoy la España global, reparase en que quizá la mala imagen hoy de nuestro país mejoraría con luz. Y, claro, con taquígrafos.
Por eso nos hacen falta algunos Abel Caballero más, creo. No para distraernos de las cuestiones que nos alarman y que, como el dinosaurio de Monterroso, seguirán ahí al despertarnos; más bien para insertar un paréntesis de bombillas de colores en las tinieblas. Cosas más surrealistas ocurren cada día en la política española y ya casi nos parece natural que sucedan. Y, por favor, unas gotas de humor: si los de Bilbao nacemos donde nos da la gana, los de Vigo pueden celebrar sus navidades cuando les pete, qué carallo.
fjauregui@educa2020.es  

La Navidad empieza un 20 de agosto, ¿por qué no?

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