Mucho hablar de cambios, pero ¿y el Cambio?

Ignoro si el acuerdo entre el Partido Popular y Ciudadanos para el ‘si’ de estos últimos a la investidura de Rajoy se firmará este viernes o el fin de semana, que parece ahora la gran controversia entre ambas partes. Pero doy por hecho que, con todas las bravatas que escuchamos, el acuerdo se dará: han ido demasiado lejos como para ahora volver grupas y que de lo dicho, nada.
Entre otras cosas, porque existe una cierta esperanza ciudadana no en que la investidura del próximo martes vaya a salir adelante sino en que esa negociación abra puertas, al Cambio. Si PP y C’s acuerdan una serie de reformas útiles para el avance del país, difícil será que lo que venga después suponga un retroceso. Incluyendo en ese ‘después’ ulteriores negociaciones con el hasta ahora irreductible PSOE para que se avenga a abstenerse.
Si hablamos de desbloqueo de candidaturas, limitación de mandatos o determinadas formas de lucha contra la corrupción ya no habrá marcha atrás, suceda lo que suceda, aunque lo que suceda sea, esperemos que no, nuevas elecciones.
Por eso, el acuerdo entre PP y Ciudadanos en la mayor parte de puntos regeneracionistas que sea posible resulta sustancial, aunque no vaya a servir para asegurar que Rajoy siga en La Moncloa. Quizá eso sea ya lo menos importante: acaso, entre los cambios futuros a proponer al PSOE para que desbloquee esta inaceptable situación y se abstenga, haya de incluir la propia figura de Rajoy. Puede que llegue a no haber, acaso, otro remedio: ¡es la razón de Estado, estúpido!, que dirían los clásicos.
Lo malo es precisamente eso: que los cambios que parece que se debaten en la mesa negociadora de PP y Ciudadanos no constituyen el Cambio. Son, a mi juicio, insuficientes. Y, desde luego, la presencia de Ciudadanos no va a resolver, por sí sola, el principal problema que tiene planteado España: el territorial. Cataluña, o el debate leguleyo sobre la candidatura de Otegi, son una buena muestra. Probablemente, los socialistas, incluidos en un futuro pacto de Legislatura, aunque sea como una parte de la oposición constructiva, como ha propuesto Albert Rivera, son esenciales para avanzar en la cohesión territorial y en el diálogo con los nacionalistas.
Pero para eso, claro, los dirigentes del PSOE habrán de replantearse muchas posiciones hoy, al parecer, irreductibles. Y tengamos en cuenta, a la vista de los resultados electorales en Cataluña y País Vasco, que incluso Podemos puede resultar muy importante, en su momento, para mantener, la unidad del país. Algo, algo, tendremos que ceder todos, sin olvidar la legalidad desde luego para que la situación deje de ser tan indeseable, tan artificial, tan potencialmente explosiva, como sin duda lo es hoy. Me alegrará mucho, como digo, la conclusión del pacto entre las fuerzas del centro-derecha y el centro, que sin duda será bueno, pase luego lo que pase, para el avance del país. Lo único que lamento es la falta de ambición reformista que muestran algunas fuerzas, y, aunque reconozco que se han hecho esfuerzos, me refiero en este caso a varios de los que tienen la máxima responsabilidad en el PP, con Rajoy a la cabeza. Estamos, en suma, perdiendo una oportunidad de oro para, entre todos, hacer un país más justo, más moderno, más racional, más honrado... y menos surrealista. Para consolidar una sola España, y no diecisiete, con incitaciones, para colmo, a la división ehtre ‘derechas’ e ‘izquierdas’. Mucho hablar de cambios, pero el Cambio, con mayúscula, cada vez me parece que está más lejos. Sobre todo, de las cabezas de algunos de los que tendrían que propiciarlo.

Mucho hablar de cambios, pero ¿y el Cambio?

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