¿Por qué no ha cesado Sánchez al ministro Garzón?

Ha sido la que ahora concluye una semana dramática, pródiga en malas noticias, en acontecimientos que han desestabilizado aún más el ya precario equilibrio político. El enfrentamiento ha enterrado cualquier brote de consenso; los contagios por el virus, sobre todo en Madrid, cabalgan incontrolados en medio del caos; y un aroma a indisciplina asfixia al Gobierno y, de paso, al país. Así es difícil pronosticar que se pueda seguir mucho tiempo.

Que desde el Ejecutivo, y desde los gobernantes de este desastre pandémico que es Madrid, se rompa la tenue luz de acuerdo al menos sanitario que se encendió el lunes con el encuentro Pedro Sánchez- Isabel Díaz Ayuso, es sintomático. Que desde el Gobierno se impida al jefe del Estado visitar una parte de ese Estado, agraviando de paso al poder judicial, es algo bastante grave. Que, a cuenta de los flecos de este ‘affaire’, un ministro diga que el Rey ‘maniobra’ contra el Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos, es inaudito.

Me quedo con esto último para remitirme al título de este comentario: me parece inexplicable que el presidente del Gobierno no haya cesado todavía a ese ministro que tan claramente se ha posicionado contra quien, constitucionalmente, ostenta la Jefatura del Estado, abriendo un nuevo boquete en las relaciones entre la Corona y el Ejecutivo. Ese ministro, el titular de Consumo, Alberto Garzón, acusó al Rey de maniobrar, sic, contra el Gobierno y de mantener una postura inconstitucional. ¿La razón? Pues que, aparentemente, Felipe VI llamó para disculparse al presidente del Poder Judicial, Carlos Lesmes, por no haber podido acudir a la toma de despachos de los nuevos jueces en Barcelona. Una ausencia impuesta, aseguran, por el propio Gobierno, vaya usted a saber por qué razones.

El señor Garzón no tenía justificación ni títulos para lanzar su diatriba contra el Rey, más allá de la pretensión de cambiar la forma del Estado, y por tanto la Constitución, que cada día más parece urgir a Unidas Podemos. Una maniobra publicitaria, vaya, cuyo alcance no se calculó bien por el joven político del Partido Comunista. Dicha sea toda la verdad, este señor es mucho más pródigo, en su trayectoria ministerial, en meter la pata con sus declaraciones que en sorprender a la ciudadanía con aportaciones sustanciales desde su cargo. 
Si me extraña que Alberto Garzón siga hoy en el Gobierno de Pedro Sánchez es porque he de tomarlo como un ejemplo. El presidente está forzando la máquina hasta lo indecible para no hacer la crisis ministerial que la situación pide a gritos: tiene a ministros (y a vicepresidentes) enfrentados entre sí, hay al menos cuatro carteras perfectamente prescindibles, varios están quemados y a alguno, casi nueve meses después de haber tomado posesión, la gente ni le conoce. Sí, señor Castells, ‘el mundo se acaba’, como acaba usted, ministro ignoto de universidades, de proclamar. Hay un mundo, cincelado a trompicones, que debe acabarse, aunque usted no se refiera a él precisamente.

Junto a ellos, varios ministros serios, conscientes de dónde estamos, se afanan en su labor sin entender de maniobras de distracción, de juegos de imagen ni de pérdidas de tiempo. Pero hoy tocaba hablar del Gobierno. Y en mí crece la sensación de que el presidente del mismo va, como el barco nacional, a la deriva. Se hunde. Hay que tirar peso por la borda y Garzón era, lo digo sin la menor acritud personal, una buena ocasión para empezar. Bueno, otra oportunidad perdida de enderezar el rumbo. Y van... 

¿Por qué no ha cesado Sánchez al ministro Garzón?

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