¿De quién es el Rey?

salí del debate de investidura con sentimientos tan complicados de definir que decidí tomar unas horas de reposo antes de escribir sobre el tema. Hubo, claro, detalles preocupantes, y no quiero referirme solamente a la inapropiada frase de la señora Bassas, de Esquerra, asegurando que la gobernabilidad de España le importa “un comino”. Me pareció aún más inquietante la presencia de la figura del Rey sobrevolando ‘in absentia’ toda la sesión, primero con los ataques, después con las alusiones pérfidas y, finalmente, con los ‘vivas al Rey.
Convertir una sesión parlamentaria de la importancia de la investidura en un debate sobre la figura del jefe del Estado me parece querer trasladar una polémica que siempre está ahí, soterrada, la de Monarquía-República, al sitio más inconveniente. Sé lo que impulsó a la señora Aizpurua a soltar su ineducada proclama contra Felipe VI, y también puedo entender que las rudas maneras de algún representante de la derecha más extremada le impulsen a lanzar proclamas más propias de la clausura de la Pascua Militar que de un acto de trascendencia parlamentaria.
Pero no logro entender qué lleva a Pablo Iglesias, que no da puntada sin hilo, a traer la mención al jefe del Estado, y a quién le controla o no, a la sesión, cuando el propio líder de Podemos tantas veces ha proclamadoque su deseo es que ‘delenda est Monarchia’. Aspiración a la que tiene derecho en cuanto que líder de una formación política, aunque no sé si tanto en cuanto que ocupante de nada menos que la vicepresidencia de un Gobierno.
Eché de menos en los parlamentos de un nervioso Sánchez un respaldo a ese jefe del Estado zarandeado de unas u otras maneras. Un jefe del Estado del que unos se quieren apropiar para que los arrope y los otros para echarlo, si pudieren. Y ahí, no solo a la hora de reprender a la ‘aliada’ de Bildu y a la no menos importante hora de precisar a su socio de Unidas Podemos que el Rey es propiedad de todos los españoles, es donde me parece que el presidente del Gobierno dejó de cumplir con una función primordial: la defensa del sistema, de la forma del Estado. Sánchez es ahora el máximo garante de preservar esos valores, por mucho que nos estemos embarcando en una nueva era con incierto rumbo y más incierto aún puerto.
Me parecería preocupante que así no lo entendiera Sánchez, aferrado a unos pactos con ERC cuyo último alcance y profundidad aún no nos ha sido explicado y enfeudado a un Podemos cuyo líder se define en sus objetivos de manera más ambiciosa aún que el propio Sánchez. Y mucho más rupturista con un cierto ‘statu quo’, el que ahora tenemos y gozamos, también que el propio Sánchez.
Al presidente de este Gobierno le aguardan pruebas muy duras, que también lo serán para el resto de los españoles.
Le echan en cara que romperá España, que pactará con los independentistas cosas que cruzarán las líneas rojas , dicen los de Vox que su gobierno es ilegal . Y ambas partes se lanzan cañonazos llamándose ‘ultra’ la una a la otra. En resumen, que hemos salido del debate de investidura mucho más lejos aún de lo que entramos a la hora de afrontar esa segunda Transición en la que estamos, de hoz y coz, ya metidos: ni pensar de momento en grandes pactos para acometer las reformas imprescindibles, las renovaciones en órganos institucionales. 
Y, además y para colmo de preocupaciones, ese respaldo a la Jefatura del Estado, que debería llegar desde el Gobierno sea cual sea su color, aún pendiente. ¿Hasta cuándo?

¿De quién es el Rey?

Te puede interesar