Cuando rectificar es de sabios

Políticos y periodistas solemos creer tener siempre razón cuando analizamos la coyuntura, la estrategia y las tácticas que es preciso emplear para superar los malos momentos y afrontar los buenos. Lo que ocurre es que no siempre coinciden la visión periodística, habitualmente más alejada de intereses partidistas, con las reflexiones que hacen los políticos, entre los que la autocrítica no es virtud arraigada. Luego vienen los resultados electorales y nos quitan la razón a unos y a otros. Por eso, y porque he criticado mucho la deriva de Pablo Casado durante la pasada campaña, me parece justo elogiar el viraje del presidente del PP ante la nueva campaña. Rectificar, dicen, es de sabios: creo que Casado, a quien considero poseedor de no pocas virtudes, aunque quizá no sea del todo un sabio, ha iniciado una rectificación en lo formal que quizá aún no afecta a lo sustancial.

Me atrevo a decir, en primer lugar, que Casado ha salido reforzado como jefe de la oposición  no porque haya conseguido más escaños que Ciudadanos y Vox, sino por su trayectoria poselectoral. Realista, ha meditado sobre lo que se hizo mal, que fue mucho, ha cambiado su equipo de campaña –Gamarra y Tejerina me parecen dos mujeres sensatas y alejadas de estridencias y protagonismos excesivos– y ha dejado que el jefe del Gobierno, un punto demasiado crecido, le tienda una mano. Que, contra lo que piensan los más exaltados populares, ahora es algo que le conviene a Casado, más que perjudicarle. Ya hay otros que, equivocándose, tratan de protagonizar una oposición maximalista, vociferante, generando una oposición imposible. Porque no hay tres partidos de centro-derecha que formen un frente común de oposición: Vox es de derecha extrema y Ciudadanos era percibido como un partido moderado, de tintes liberales y socialdemócratas que Rivera se empeña en desdibujar.

Ahora, a Casado le falta completar el giro: permitir, con la abstención en la sesión de investidura, que Sánchez gobierne solo, sin ataduras con Podemos ni con ERC. Y convertirse en el principal vigía, desde el Parlamento, de las ocurrencias, soberbias y egoísmos que puedan propiciar el inquilino de La Moncloa y su equipo. Pero se trata de hacerlo de manera constructiva, sabiendo que España necesita un bloque fuerte de escaños que frenen las demasías separatistas, el faraonismo político de Podemos y, claro, los excesos y carencias que Vox evidencia a cada paso. Es decir, si Rivera quiere quitar al PP la hegemonía de la derecha, Casado puede suplantar a Ciudadanos en el papel del centro, que es donde se va a jugar la partida.

Tengo mucho respeto personal tanto por Casado como por el propio Rivera (últimamente, mi aprecio por Sánchez también se ha incrementado, a la vista de cómo está gestionando el resultado electoral). Pero debo reconocer que el apresuramiento, las distracciones de lo fundamental y un cierto despiste que patentiza el líder de Ciudadanos me tienen algo desorientado. Curiosamente, y tras el batacazo del pasado 28 de abril, Casado acierta cuando rectifica. Y es que del fracaso se aprende, y del éxito, sobre todo cuando es un éxito que se refleja más en las encuestas que en las urnas, uno se puede morir.

Cuando rectificar es de sabios

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