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Las cosas de la política no van bien. Me temo que sobre el escenario hay más pirómanos que bomberos. Salvo los dirigentes de Ciudadanos, firmes candidatos al Nobel de la Concordia, el resto del paisanaje parlamentario reparte sabios consejos que en ningún caso están dispuestos a aplicarse a sí mismos.  Rajoy insiste en que lo mejor para España sería una coalición de los partidos constitucionalistas (PP, PSOE y Ciudadanos). Y, ¿a quién propone para presidirla? Pues a Rajoy. 37 años sin bajarse del coche oficial y quiere seguir. “Altura de miras” llama a su receta. 
Pedro Sánchez, a quien hay que reconocer el coraje de aceptar el reto de formar gobierno, habla de formar un Gobierno “transversal” con aquellas fuerzas a las que califica de “progresistas”: Podemos, Ciudadanos, IU y alguna más no especificada porque englobar al PNV en dicha clasificación parecería un exceso de entusiasmo. El caso es que Sánchez también pide “generosidad” a los futuros compañeros de viaje instándoles a hablar antes de “soluciones” que sillones. También él también reclama “altura de miras”... a los demás. 
Y en éste contexto de cabildeos políticos que suena a la más vieja de las políticas, sale Pablo Iglesias y en nombre del conglomerado que responde a la franquicia de Podemos abronca a Sánchez por el retraso que lleva en contestar a la propuesta de pacto que le hizo hace una semana. Pacto que incluía una lista de ministerios que Podemos quiere para sí. Con un par. Que por pedir no quede. Dar es otra cosa. Y así está el Parlamento. Se habla poco de subordinar al interés general los intereses de partido o los derivados del culto a la personalidad de los líderes. Sería lo democrático y lo sensato, pero no se lleva. 

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