La mujer de Lot

En nuestros días el cambio de paradigmas culturales lleva camino de arrinconar a los clásicos. Entre otros, la Biblia. Inopinadamente, unas declaraciones del presidente del Gobierno nos la ha devuelto por uno de sus relatos más misteriosos: la historia de Lot y la destrucción de Sodoma y Gomorra. El papel de Edith, la mujer de Lot, es conocido: vencida por su curiosidad incumplió el mandato divino de no volver la vista atrás y acabó convertida en estatua de sal.
El parlamentarismo español de la segunda mitad del siglo XIX está empapado de citas bíblicas. Todavía resuenan en el Congreso aquellas palabras del joven gaditano Emilio Castelar: “Grande es Dios en el Sinaí, el rayo le acompaña, el trueno le precede, la luz le envuelve”, con las que defendió la libertad de cultos negada por el canónigo integrista Vicente Manterola. En aquellos tiempos, ocupar la tribuna o hablar desde el escaño eran promesas de habla culta y memoria sin papeles.
Al evocar a la mujer de Lot, Rajoy lo hizo en clave de advertencia. Una admonición a sus socios de Ciudadanos. Es sabido que la dirección del PP les ningunea en el cumplimiento de los pactos que allanaron la investidura del presidente. Uno de esos pactos es la creación de una comisión que investigue la presunta financiación ilegal del PP. Al mencionar a la mujer de Lot el presidente no reparó en que el episodio bíblico remite a la destrucción de Sodoma y Gomorra. Al querer pasar página sobre el pasado –en este caso, la presunta corrupción de su partido–, indirectamente Rajoy admitió esa realidad ominosa. Sigmund Freud tenía una etiqueta para este tipo de deslices verbales.

La mujer de Lot

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