Los puentes

En una democracia el juego político responsable pasa por tender puentes entre adversarios. Admitir que nadie está en posesión de la verdad absoluta. Por eso me ha parecido una muy mala noticia leer que Rivera dice que Sánchez ha quemado todos los puentes con Ciudadanos. La metáfora de los puentes trae a la memoria el episodio de Hernán Cortes de las naves quemadas. Un punto sin retorno. No parece ni razonable ni conveniente para los intereses de los españoles.
Entre tanto vaivén político Sánchez ha pasado de firmar pactos con Rivera a dar la espalda a Ciudadanos. Es sabido que la política hace extraños compañeros de cama y que lo que hoy es blanco mañana puede tornarse negro. Pero para mejor servir los intereses del común, lo razonable sería adoptar el gris como resultado de las renuncias de unos y otros.
Si hace dos años a Sánchez le parecían razonables las condiciones de Ciudadanos para apoyar su investidura, cuesta creer que ahora estén en posiciones políticas tan distantes. La ley de la gravedad no ha cambiado, lo que ha cambiado es el eje de las prioridades de Sánchez, quien encontró en la coalición muñida por Iglesias la palanca para desalojar al PP del poder. 
Pero la incompatibilidad no le viene tanto del programa del partido de Rivera como de las imposiciones de Iglesias. Ciudadanos y Podemos se autoexcluyen, pero los ciudadanos no tienen que ser las víctimas de los respectivos prejuicios. 
En ese contexto y partiendo de la idea de que el consenso y los pactos favorecen la convivencia y alejan el sectarismo sería razonable contar con que en su condición de presidente del Gobierno, Sánchez realizara un esfuerzo para restablecer los mínimos puentes de diálogo con todas las fuerzas parlamentarias. 
No solo con las que le apoyaron en la moción de censura. De no haber roto la conexión con Ciudadanos tal vez ahora no tendría el problema para aprobar los Presupuestos. Claro que para que las cosas rodaran de otra manera quizá no deberá haberse atado tanto en sus compromisos con Iglesias.