Hacia la ruptura

Mientras en Barcelona Torra amenaza con romper la baraja sí Pedro Sánchez no se aviene a negociar las condiciones para celebrar un referéndum de autodeterminación, el presidente del Gobierno parece que sigue esperando un milagro. Esperando que Torra renuncie a su hoja de ruta y acepte circular por el carril que marca el Estatut. La oferta de Sánchez para elaborar y votar un nuevo Estatuto no le interesa. Los separatistas ya no están en eso. 
“Referéndum o ruptura y desobediencia” tiene dicho por escrito Torra ajeno a las responsabilidades que podría contraer si se repite lo ocurrido el 1 de octubre de 2017. Dice estar obligado a cumplir el mandato del pueblo para construir la república catalana surgido de aquella consulta ilegal. Desafía al Estado diciendo que no piensa acatar la sentencia de los tribunales en relación con los juicios pendientes a los dirigentes encausados por los hechos relacionados con aquel intento de golpe. Ha llegado a insinuar que podría poner en libertad a los citados políticos.
Ante este panorama, ¿cómo responde el presidente del Gobierno? De momento con una vaga advertencia que en su exégesis permite evocar el famoso artículo 155. Pero Sánchez no quiere desairar a quienes debe el apoyo que le permitió llegar a La Moncloa y hará lo imposible para evitar el enfrentamiento. Esa hipoteca subyace como lastre que grava posibles respuestas más firmes al desafío de Torra.
El Gobierno se enfrenta a un problema de difícil solución. Incluso sin hipotecas, Sánchez para frenar la deriva rupturista que plantea el Govern no tendría otra salida que requerir al Senado la autorización que permite la suspensión de la autonomía. Sánchez no tiene margen para habilitar una consulta de autodeterminación. Sería una prevaricación.
Torra, Puigdemont y los demás empecinados en quebrar la unidad de España, lo saben. Pero van a seguir con el juego porque gracias a la ingenuidad de miles de catalanes viven de alimentar el procés. Es mucho lo que está en juego: la unidad de España, la convivencia pacífica entre catalanes y la estabilidad del sistema democrático, pero me temo que los políticos que ocupan ahora el escenario no están a la altura del desafío que plantea la situación. Faltan estadistas. Sobran aventureros y oportunistas. 

 

Hacia la ruptura

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