Calviño gana una batalla

la crisis política provocada en el Gobierno por el pacto del PSOE con Bildu se ha cerrado en falso. La vicepresidenta Nadia Calviño que estuvo al borde de la dimisión ha ganado una batalla pero no la guerra con Pablo Iglesias, partidario de tumbar la reforma laboral. Como ministra de Economía, Calviño es el puente con Bruselas de dónde se esperan las ayudas de la Unión para hacer frente a la hecatombe económica y social que nos deja la pandemia. Es una pieza clave en el Ejecutivo, pero no tiene liderazgo político como el de Iglesias, su antagonista en esta disputa.
Hay un rasgo de la personalidad de Pedro Sánchez que puede ayudar a comprender el porqué con una mano alentó el pacto con Bildu y con la otra dio marcha atrás así que estalló el escándalo nada más concluir la votación que prorrogó el estado de Alarma. Sánchez se queda con lo que lo le dice el último que habla con él. Y la última que habló con él el miércoles por la noche fue Nadia Calviño.
Hubo rectificación, la vicepresidenta salió a los medios a confirmarlo, pero Iglesias mantuvo el órdago. “Pacta sunt servanda”, llegó a decir en claro aviso a navegantes. Un aviso que el sábado se reflejó en varias de las evasivas de Pedro Sánchez cuando le preguntaron en qué quedaba el pacto con Bildu. Sánchez no supo –o no quiso– disipar los recelos que genera el mencionado acuerdo parlamentario al que trató de restar gravedad envolviéndolo en la idea de que se había hecho para asegurar la aprobación de la prórroga y para “salvar vidas”. Un sarcasmo lo de salvar vidas si se recuerda que Bildu, como heredera de Batasuna, nunca ha condenado el terrorismo de la ETA.
Para enfrentar la durísima situación social generada por las consecuencias de la pandemia –cerca de nueve millones de trabajadores en situación económica de paro y una caída del PIB hasta el 12,4% debida al retraimiento de la demanda interna– el Gobierno no tiene otro “plan B” que rezar y esperar a ver qué dice Bruselas. Confiar en que triunfe la propuesta Merkel-Macron (ayudas sin contrapartidas onerosas), y no la contraria (prestamos a devolver con condiciones y tal vez “hombre de negro”) liderada por Holanda, Austria y Dinamarca.
Calviño es la gestora del plan y en ésa condición reside su fuerza. Mientras dure en el cargo. Porque para Sánchez la política es supervivencia y aunque en la Europa de las cancillerías Pablo Iglesias no tiene lo que podríamos llamar buena prensa, para desazón de tantos, es quien tiene en su mano la supervivencia política de Pedro Sánchez. Que nadie dude de que más pronto que tarde la estrategia del vicepresidente acabará imponiéndose.

Calviño gana una batalla

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