Adiós a Ferlosio

Hace veinte años, Rafael Sánchez Ferlosio dejó escrito que “vendrían más años malos y nos harían más ciegos”. Erró en la profecía respecto de la degradación del lenguaje –hoy se escribe bien y mal, como siempre–, pero acertó en la metáfora del tiempo que estaba por venir en orden a la confusión política que preside nuestros días.

Ferlosio nos ha dejado con su última y más huraña mueca en la mirada. En realidad nunca fue de ningún tiempo; siempre vivió al margen del mundo que le admiraba y premiaba sin por ello variar su despectiva distancia respecto a las costumbres de nuestra burocracia cultural. El primer desconcierto para quienes premiaron “El Jarama” (Nadal 1955), como expresión de servidumbre a la moda que por aquel entones exportaba Francia, fue el repudio del autor a su obra. Quienes vieron en ese rechazo una “boutade”, una manifestación del arte de llevar la contraria tan francés desde los tiempos de Baudelaire, no acabaron de entender que Ferlosio era así. Un tipo raro como lo es ahora Houellebecq.

Lo mejor de Ferlosio, sus ensayos sobre el lenguaje y la ironía de cobijarlos bajo el título de “Altos estudios eclesiásticos”, es que con ellos consiguió poner a prueba la insoportable levedad de los profesionales de la prescripción cultural. A la fauna literaria que despacha rencores desde el altar de la crítica Ferlosio la observada con desprecio. Leía cosas de antaño, periclitadas en su prosa, y repudiaba libros de ahora cuya lectura le parecía una pérdida de tiempo. Cuando le llevaron un ejemplar de “Soldados de Salamina”, la novela de Javier Cercas que recrea un episodio de la guerra civil protagonizado por Rafael Sánchez Mazas, Ferlosio dijo que no leía novelas. Tampoco quiso ver la película que llevó al cine esta novela que tiene como protagonista a su padre, Rafael Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange.

Intentar hablar con él, atrincherado como estaba en su casa extremeña de Coria, era proeza digna de sherpa. Recibía mal. Era huraño y cascarrabias quizá por efecto de la edad, pero cuando arrancaba a hablar era todo un mundo el que brotaba de su boca conducido por un infalible don para ordenar las palabras. Es probable que en el Hades le tengan reservado sitio junto a su admirado Petrarca. Puede que no ande lejos su no menos adorado y hoy olvidado Karl Bühler. La ventaja del Hades es que allí siempre hay un heterodoxo o un hereje con altos estudios eclesiásticos con quien pegar la hebra. No se aburrirá.

Adiós a Ferlosio

Te puede interesar