Música y juventud

La Orquesta Sinfónica de Galicia nos ha deleitado con un concierto formado por tres obras densas y de alta complejidad, cada una con su particular sentido cósmico del caos.
La primera fue “Elephant Skin”, de Jesús Rueda Azcuaga. Siempre es motivo de curiosidad el escuchar la obra de un músico ganador del “Premio Nacional de Música”, especialmente si es interpretada por la OSG. Lo que ya resultó más complicado fue tratar de verle la piel al mamífero, e imposible atisbar su color. El lenguaje que utiliza Rueda no se presta a intuiciones auditivas, ni siquiera es mano de santo el efecto analgésico que produce el poseer cierto estatus educativo-musical previo, pues no es garante de éxito en el intento de aproximación ni mitiga los efectos secundarios. Inmersos de lleno en un estatus de confusión sensorial -debido en parte a la previamente diagnosticada insatisfacción armónica y melódica- sólo vimos la luz tras complicados intentos de estructuración mental y posterior agrupación de lo escuchado, y al final, justo ahí, fue posible la redención. Como era de esperar, esta obra no encajó con el prototipo de música demandada por los abonados a la temporada de conciertos. Pocos aplausos.
Posteriormente, el “Concierto en Fa” de George Gershwin -interpretado por el joven Dmitry Mayboroda- cambió radicalmente la sensación general en Palacio. Mayboroda es la prueba de que la juventud está sobradamente preparada para aceptar y encarar por derecho este tipo de retos. Es un pianista con excelente sonido y técnica extraordinaria y el único detalle un poco turbio residió en el propio concierto y en cómo fue compuesto: la orquesta sobreviró constantemente al piano, tapándolo en diversas ocasiones, y ni siquiera una batuta hábil pudo cambiar el sentido y la presión sonora de las notas de la partitura.
La “Sinfonía nº 6 Op. 111”, de Serguéi Prokófiev, fue la mejor obra del concierto. Obra compositivamente colosal, dejó patentes las habilidades de Viotti, un director francés que puede tener un largo recorrido por los escenarios del mundo. La madurez será requerimiento de obligado cumplimiento para este joven de apenas veintiséis años.

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