Tener lo que se merece

Esa frase, de uso frecuente, admite varios significados por referirse a situaciones políticas y sociales que no siempre son coincidentes y que, además, obedecen a distintas causas y consecuencias.
Generalmente, dicha expresión actúa de autoinculpación, es decir, como excusa o disculpa y, lo que es peor, como comportamiento pasivo o resignado ante un estado de cosas que la sociedad considera injusto y que, en cierta medida, cree haber contribuido a que se produjese.
Ahora bien, si profundizamos en la génesis y significado de esa “autoinculpación” de la sociedad, es lo cierto que el juicio y la reacción ciudadana que suscitan, no pueden ser los mismos cuando la situación que se denuncia viene impuesta por un poder autoritario o despótico que cuando es producto de una política desacertada y perjudicial desarrollada por un gobierno representativo y democrático.
Es evidente que en ambos casos, la sociedad sufre las consecuencias negativas de la acción de gobierno; pero mientras en los regímenes totalitarios, el margen de maniobra del pueblo, para corregirlas o subsanarlas es nulo o prácticamente imposible, en los sistemas democráticos puede subsanarlos o impedirlos mediante el voto libre y periódico, influyendo y cambiando el signo de la política que se practique.
Desde esa distinta y antagónica perspectiva, no cabe duda que los ciudadanos tienen derecho a quejarse cuando no se les reconoce participación activa alguna en la acción de gobierno, pudiendo incluso lamentarse de que “no se merecen lo que tienen”; pero esa posición o actitud no puede servir de excusa o de disculpa en las sociedades abiertas, libres, plurales y democráticas, en las que la frase “tenemos lo que merecemos” es una confesión de culpabilidad propia al reconocer no haber sabido elegir a los representantes políticos más idóneos y capacitados. En este caso, la frase “tener lo que merecemos” es queja o reproche que se convierte en autoinculpación, que no permite resignarse ni adoptar una posición pesimista. 
Finalmente, de una sociedad libre y responsable, con voz y voto, puede decirse en honor a su comportamiento y responsabilidad lo que en el poema del Mío Cid se dice del Cid Campeador en relación con su Monarca. En este caso, la frase “Dios qué buen vasallo si oviesse buen señor”, reconoce paladinamente que el pueblo no se merecía al monarca que tenía al frente de sus destinos.
Como corolario de cuanto dijimos merece citarse el pensamiento de San Isidoro   “rex eris, si recte facies; si non facias, non eris”, rey eres, si obras rectamente; si no, no lo eres.
Que el pueblo pague por sus propias culpas es malo, pero que tenga que pagar por las de sus gobernantes es todavía peor, si sobre todo, no tiene derecho a elegirlos, confirmarlos, renovarlos, sustituirlos o cesarlos, porque, en definitiva, donde no hay elección no hay libertad.
 

Tener lo que se merece

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