EL RESPETO A LA BANDERA

Es insensato no reconocer el acierto de Pedro Sánchez en el acto de su presentación como candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, respaldado por una gran bandera de España.
Como diría el agudo político Pío Cabanillas, la plástica es también muy importante en política y, en todo caso, una imagen vale más que mil palabras.
Utilizar la bandera de España y no la de su partido ni ninguna otra tiene una significación que no debe minimizarse ni tacharse de alarde patriótico innecesario.
Si “lo que abunda no daña” colocar por encima de todo y en lugar destacado la bandera de España es afirmar, sin dudas ni titubeos, su pretensión de ser el presidente de todos los españoles.
El acto que nos ocupa encierra una simbología de la que, por otra parte, pueden extraerse importantes lecciones y enseñanzas. Una de ellas es proclamar el más rotundo rechazo a cualquier atisbo o forma de independentismo o corriente secesionista.
Ya en los albores de la transición, Santiago Carrillo y el Partido Comunista fueron los primeros en reconocer la bandera y la Monarquía, ahora Pedro Sánchez reivindica ese mismo carácter aglutinador de la bandera de España.
Con su gesto disipa y desvanece cualquier crítica gratuita o interesada a que el empleo de la bandera sea un patrimonio o monopolio exclusivo de la derecha. Ya nadie puede, coherentemente, tildar de franquista, facha o fascista el uso de nuestra bandera constitucional y democrática.
Con su gesto desaparecen los complejos en torno al uso de la bandera de España y se rechaza cualquier acto que suponga ofensa, humillación o desprecio a los símbolos nacionales.
Tampoco parece ecuánime tachar de maquillaje el uso de la bandera para encubrir la supuesta deriva radical del Partido Socialista, según se dice y como parece desprenderse de algunos de sus pactos. Esta acusación encierra un juicio de intenciones y, por otra parte, contradice la idea y verdadera naturaleza del pacto.
Este no supone necesariamente fusión ni absorción entre los partidos que lo suscriben. Si el pacto se respeta, es normal que cada parte se obligue a no rebasar las líneas rojas establecidas por la otra parte.
En conclusión, es satisfactorio que la bandera de España deje de ser motivo de división o enfrentamiento y que todos los demócratas se sientan orgullos de usarla y respetarla.

EL RESPETO A LA BANDERA

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