LA RAÍZ DEL TERROR

El terror no radica en las ideas, por muy contrarias que sean a la civilización occidental o a nuestro sistema de vida. Las ideas benéficas o perversas provocan el terror cuando utilizan la violencia como medio para imponerlas, mantenerlas y difundirlas.
En efecto, cualquier idea, doctrina o mensaje que se imponga violentamente por medio de la intimidación, la coacción o la amenaza, produce y es causa de terror. Por ello, cualquier clase de proselitismo o campaña violenta que se dirija a conseguir adeptos o a combatir a los disidentes, siembra el terror, con independencia del contenido y de los fines de cualquier clase o naturaleza que persiga. Las ideas, por muy reprobables que sean, si son aceptadas voluntariamente e interiorizadas como forma de vida por una comunidad humana, no son causa de terror alguno para otras poblaciones o comunidades pertenecientes a distinto ámbito cultural, social o religioso, siempre que ninguna de ellas trate de imponerse por la fuerza a las demás.
Como se sabe, los pensamientos pueden ser delictivos; pero el pensamiento no delinque. El terror viene siempre acompañado de agresiones expansivas o de dominio, ya sea éste social, político, económico, cultural, racial o religioso que unas sociedades tratan de imponer violentamente sobre otras o, incluso, dentro de su propio territorio.
El terror alimenta los fanatismos y éstos se nutren de ídolos falsos y de falsos premios o recompensas que exigen siempre, para alcanzarlos, el previo sacrificio o inmolación de sus incondicionales seguidores.
El paradigma del terror, lo protagonizan en estos tiempos los llamados “kamikazes” o bombas humanas, de difícil detección, control, prevención y eliminación.
También ha desaparecido hace tiempo la vieja distinción bélica entre “población combatiente” y “población civil” o lo que era lo mismo, “frente” y “retaguardia”.
Desde el empleo de la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial contra las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki, todos, sean combatientes o no, son blanco de los ataques bélicos y terroristas, con la lógica secuela de graves daños y sufrimientos a civiles y seres inocentes. Fueron los ataques de la aviación alemana sobre las ciudades de Inglaterra y los sufrimientos causados a su población civil los que dieron origen a la conocida expresión de Winston Churchill “sangre, sudor y lágrimas”.
En la actualidad, el principal blanco del terrorismo es la población civil y su principal objetivo las aglomeraciones urbanas, para sembrar el pánico indiscriminado entre las personas, de cualquier clase y condición, sin reparar en su inocencia. El terror tiene por divisa “cuanto peor, mejor”, sólo así cumple su objetivo de sufrimiento, destrucción, alarma, indignación y pánico generalizado. En definitiva, sin violencia no hay terrorismo; pero para derrotar al terrorismo es exigencia previa la renuncia a la violencia o uso de la fuerza.

LA RAÍZ DEL TERROR

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