PROTESTAS, PROPUESTAS Y PROMESAS

El balance de las protestas en relación con las propuestas es claramente favorable a las primeras.
La protesta nace de hechos experimentados y del juicio que merecen sus consecuencias o resultados. La propuesta, en cambio, es una apuesta de futuro. Se puede coincidir en la protesta que diagnostica la enfermedad y discrepar en la propuesta para su curación o tratamiento.
Ante esa evidencia, en las protestas suele haber coincidencia en los hechos denunciados; en las propuestas, como miran al futuro, su aceptación depende del grado de credibilidad y solvencia de quienes las anuncien o propongan.
Los hechos se dan en la realidad; las propuestas, son proposiciones o medidas que se postulan para corregir y evitar los males que deben combatirse.
La realidad no se discute; la de cómo  afrontarla y resolver o corregir sus efectos, es la materia propia del debate político. En las protestas, los hechos no admiten más alternativa que negarlos o reconocerlos; en las propuestas, la alternativa se traslada a las personas y depende de la confianza o solvencia que tengan sus autores. Es, precisamente, en el ámbito de las propuestas donde se plantea el pluralismo ideológico y la controversia de los partidos.
Las propuestas deben ser creíbles, realistas y viables. Deben formularse con rigor, claridad y concreción. En ellas deben prevalecer las concreciones sobre las declaraciones pues, como es sabido, la política se nutre de realidades y realizaciones y no de promesas ilusorias o imaginativas y menos de buenos deseos o intenciones.
No todas las propuestas políticas que se anuncian fueron experimentadas en el propio territorio; pero para salvar ese escollo se recurre a lo que en derecho se llama la “legislación comparada” o lo que es lo mismo, la que nos permite conocer el resultado y efectos que produjeron esas propuestas en los países donde han sido aplicadas y puestas en práctica.
Las propuestas no deben confundirse con las promesas. Ambas se formulan de cara al futuro; pero su fuerza y convicción tienen origen y eficacia distintos. La fuerza de la promesa reside en la fiabilidad de la persona que promete. La propuesta, en cambio, persigue la aceptación y convencimiento de las personas a las que se dirige.
Finalmente, diremos que prometer es un acto personal que expresa un deseo o aspiración que no exige aceptación de otra persona; proponer, en cambio, es someter a la aprobación y juicio favorable de los demás, lo que se estima merecedor de aceptación. Hagamos, pues, propuestas sensatas y creíbles en beneficio del interés general y no promesas voluntaristas difíciles de cumplir.

PROTESTAS, PROPUESTAS Y PROMESAS

Te puede interesar