Pasotismo

La desafortunada respuesta del Presidente del Gobierno sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres por el mismo trabajo, afirmando que “no nos metamos en eso”, provocó un aluvión de críticas por entender que, tanto el Estatuto de los trabajadores como la Carta Magna, prohíben la discriminación salarial por razón de sexo y ningún político puede inhibirse de procurar y perseguir que esa justa paridad laboral se cumpla.
Cierto que el Jefe del Ejecutivo se escudó diciendo que no es competencia del Gobierno “fijar los salarios de las empresas”; pero esa disculpa no es aceptable,  porque atajar la desigualdad salarial es una recomendación de la Comisión Europea del año 2014, en la que ya obligaba a todos los Estados miembros de la Unión y a sus responsables políticos, a eliminar esa discriminación.
En relación con este tema, parece oportuno señalar algunas consideraciones en torno al llamado “pasotismo” que, gráficamente, se resume en la frase “que lo haga otro”, basada también en la ley del mínimo esfuerzo.
El “pasotismo” ha sido definido como la indiferencia o desinterés por las actividades normales de la vida y esa actitud es incompatible con el  ejercicio del poder que incumbe a cualquier responsable de la función pública.
No medir ni precisar bien las respuestas tiene el riesgo de que no sean comprendidas o merezcan su más unánime rechazo.
Es cierto que el deber del periodista es coger en algún renuncio al entrevistado; pero lo más sorprendente es que esto le haya ocurrido a uno de los mejores y más brillantes parlamentarios de la política española.
No se trata de ponerse a la defensiva o evadirse de preguntas que se consideren impertinentes o inapropiadas; pero cuando se trata de aquéllas que afectan a un problema tan actual como el referido a los derechos de la mujer que, por tantos motivos se encuentran actualmente amenazados, tanto por su condición laboral como por los ataques y agresiones de que son víctimas, en su dignidad y en su integridad personal y moral, no caben inhibiciones.
No cabe duda que ya Alejandro Magno, discípulo predilecto de Aristóteles, afirmaba que “trabajar y sufrir fatigas es propio de los que han de mandar” y esa servidumbre de la dedicación diaria y personal de los políticos al trabajo y al servicio de la función pública es una “carga pesada” pero que honra a quienes la llevan con entereza, sin desmayos y fuerza de voluntad.
Si, como dijo Publio Terencio, “humano soy y nada de lo humano me es ajeno”, igual debería reconocer el político diciendo, político soy y nada de lo que afecte al interés general me es ajeno.

 

 

Pasotismo

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