El miedo como arma política

Es casi una ley física que la cohesión social responde más a compartir los mismos riesgos que a participar de los mismos valores e ideales. En resumen, el riesgo, el peligro y el temor a sufrir un ataque externo une más que la defensa de ideales comunes. Sólo cuando éstos se ven amenazados o atacados, se reactivan y movilizan los mecanismos de defensa y solidaridad entre sus posibles o potenciales víctimas.
El anterior argumento se confirma por la historia y lo acredita la experiencia de pueblos y sistemas políticos que recurren a la posibilidad, real o imaginaria, de un riesgo o ataque inminente para despertar y motivar la pasión nacionalista, reafirmando el “statu quo” que sirve de base y defensa del conservadurismo.
Esa verdad adquiere, a veces, tintes dramáticos, cuando se llega, incluso, a inventar supuestos enemigos o peligros que, aun siendo inexistentes, sirven de coartada para combatir y presionar a los adversarios políticos.
La amenaza de un enemigo común logra, además, el efecto de unir a sectores de distinta ideología política y conseguir que depongan, aunque sea temporalmente, sus propias ideas y convicciones.
Fue, precisamente, el sentimiento nacionalista predominante en todo conflicto armado, el que arrumbó las ideas y partidos internacionalistas. Así se explica el fracaso de los movimientos internacionalistas de liberación del proletariado como consecuencia de las dos últimas Guerras Mundiales. También esa eclosión nacionalista dio lugar al nacionalsocialismo alemán y al fascismo italiano e, incluso, a que se sostuviese por los líderes del internacionalismo político, “el socialismo en un solo país”.
Utilizar el miedo como arma política no sólo sirve para alcanzar el poder sino también y, muy principalmente, para conservarlo. Siempre ha sido más eficaz la amenaza de un mal que la promesa de una recompensa.
Si “la unión hace la fuerza” nada mejor para lograr ésta, que mantener unida a la población con el riesgo o amenaza de un mal inminente o próximo. En esa práctica política se ha desarrollado siempre el cesarismo que, para perdurar, se apoya más en el caos que se le atribuye a su caída que en los aciertos de su gobierno.
Finalmente, desde el punto de vista psicológico, el miedo es más fuerte para evitar la sensación desagradable y dolorosa de sufrir un mal, que el deseo de alcanzar un bien. Por eso, se dice que el miedo forma parte del instinto de conservación y supervivencia del ser humano.

El miedo como arma política

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