La difícil democracia

hay coincidencia en reconocer que la “democracia es el menos malo de los sistemas políticos posibles”; pero también hay que reconocer otra verdad no menos importante y es la de que “la democracia es el más difícil de los sistemas políticos posibles”.
La democracia tiene su talón de Aquiles en admitir que no solo “extramuros” de su sistema sino, incluso, “intramuros” del mismo, se cuestionen sus principios, subsistencia y viabilidad.
Actualmente, la democracia no sólo se ve atacada y combatida por los regímenes teocráticos y autoritarios que rechazan el sistema democrático representativo, predominante en Occidente y basado en los principios de libertad individual, defensa de los derechos humanos, separación de poderes, Estado de Derecho y economía social de mercado, sino que, también, a nivel interno, se aprecia una creciente erosión de la democracia, a través de lo que llama Todorov “Los enemigos íntimos de la democracia” que, según él, proceden de sus elementos constitutivos, es decir, progreso, libertad y pueblo. La desmesura de estos principios agrava la crisis interna del propio sistema, dando lugar, respectivamente, al mesianismo, el ultraliberalismo y el populismo.
El mesianismo político parte del error de pensar que las democracias son exportables, lo que dio lugar a los intentos fallidos de imponer por la fuerza, la democracia en el mundo, con el fracaso de la llamada “Primavera Árabe” y su secuela de guerras civiles y yihadismo; el ultraliberalismo, por su parte, al convertirse en global la economía, supeditó a ésta el poder político de los Estados. Éstos podrán defender sus fronteras; pero el dinero, las inversiones, los movimientos de capital y la localización y deslocalización de los negocios no conocen fronteras ni límites políticos o geográficos. Por último, el populismo se hizo nacionalista y xenófobo.
Recientemente, el periodista polaco Adam Michnik, haciéndose eco de la crisis de valores democráticos que se viene observando en Hungría y Polonia, reconocía que “resurge el nacionalismo y el odio hacia el otro” y que éstos son sentimientos muy claros, mientras que la democracia es gris, porque es de todos, de listos y de tontos, de fuertes y de débiles.” Es el único sistema que tolera a sus enemigos y en eso radica su fortaleza y su debilidad.
Siempre se ha dicho que la democracia es un lujo propio de países cultos, prósperos y desarrollados; que para disfrutarla hay que merecerla y que su defensa se hace muy difícil al tener que enfrenarse, tanto a enemigos exteriores como a los que autogenera o se generan en su seno.
A la vista de lo expuesto, resulta demoledor el criterio pesimista que refleja el politólogo Todorov cuando afirma que “la democracia, carcomida por sus enemigos íntimos, que ella misma engendra, ya no está a la altura de sus promesas”.

La difícil democracia

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