EJEMPLARIDAD Y REGENERACIÓN

Cuando en distintos sectores de la actividad pública, económica y social aumenta y se extiende el número de ejemplos que adolecen de falta de ejemplaridad, ese cuerpo social o esa parte de su organismo están necesitados de remedio o regeneración. Esto nos demuestra que ejemplo y ejemplaridad no siempre coinciden, debiendo prevalecer ésta sobre aquel. Pero tampoco basta con ser ejemplar; es necesario dar ejemplo y ser ejemplarizante. El ejemplo se refiere a hechos y conductas que suceden en la realidad; en cambio, la ejemplaridad es el juicio crítico de valor o la referencia ética que merecen esos mismos hechos y comportamientos.
Cuando en los cuerpos y clases sociales y profesionales, la ejemplaridad es la regla y su falta, la excepción, priman el prestigio y el reconocimiento sobre el descrédito. Pero cuando dicha relación se altera, cuando los ejemplos de falta de ejemplaridad se imponen a ésta, de manera, que se invierte la anterior relación, entonces la enfermedad se hace sistémica y con riesgo de hacerse crónica. Es la ley sociológica que convierte lo cuantitativo en cualitativo, cuando la excepción se convierte en regla y no a la inversa.
Una sociedad donde sus instituciones ofrecen, cada día más y con carácter más general, casos de cohecho, corrupción, prevaricación, malversación, enriquecimiento injusto, desviación de fondos y otras distintas modalidades de comportamiento reprobable, es evidente que esa sociedad está necesitada de una catarsis. Resulta paradójico que en una sociedad aquejada de esos males no sea un sarcasmo pedir que “hay que predicar con el ejemplo”, cuando éste se nos presenta desalentador. Lo más correcto en ese caso sería pedir que se “predique cada día con más ejemplaridad”.
No debe olvidarse que el ejemplo ha sido considerado como una “conducta contagiosa”, según Charles Reade. Esto nos lleva a reconocer que, si el ejemplo es el modelo en el que debe mirarse la sociedad, es prioritario reivindicar el valor de la ejemplaridad, que podemos definir como “ejemplo digno de ser seguido”. Al hablar de contagio e imitación es obligado citar la ley de la imitación formulada por el francés Gabriel Tarde. Para este autor, todo fenómeno social tiene su base en la “imitación” o proceso de reproducción de comportamientos y de formación de grupos. Por virtud de la imitación, lo individual se convierte en colectivo, pues para que haya fenómeno social se requiere que haya imitación. Tampoco es ajena a esta ley la del mínimo esfuerzo, pues es más cómodo copiar lo que hacen los demás que esforzarse en innovaciones propias.
En conclusión, puede afirmarse que, si el mal ejemplo es más rentable socialmente que la ejemplaridad y que la imitación y el contagio se extienden por el cuerpo social, recuperar la ejemplaridad es misión que sólo puede lograrse aplicando “a grandes males grandes remedios”.

EJEMPLARIDAD Y REGENERACIÓN

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