LA CONFIANZA NO ES ACTO DE FE

Si fe es creer en lo que no vimos, la confianza no es un acto de fe. La confianza se basa en lo que la experiencia nos muestra y demuestra cada día. Se puede tener fe en Dios pero no en las personas. Cuando se habla de confiar en Dios se reconoce expresamente  por los creyentes el principio de la fe. En cambio, la fidelidad en los seres humanos se basa en la confianza que nos merezcan por sus actos, conducta y comportamiento. La fe se tiene o no se tiene; no admite términos medios. La confianza se adquiere o se pierde. La fe es única. No cabe tener más o menos fe. El dilema es creer o no creer; la confianza admite grados y matices.
La fe es, en principio, duradera y permanente. La confianza es, en cambio, por su propia naturaleza, mudable. Necesita reforzarse a diario. La confianza no se gana a  perpetuidad.
El político no puede aspirar a disfrutar de la confianza de sus votantes de una vez y para siempre. El voto no es un donativo. La confianza hay que ganarla cada día y revalidarla en las urnas.
La fe es un acto personalísimo. Es, podríamos decir, la confesión interior de uno consigo mismo y con Dios. La confianza se nutre del reconocimiento y la adhesión de los demás. La confianza sólo se tiene si los demás nos la conceden y reconocen. No depende sólo de nuestra voluntad. Tiene que lograr el asentimiento o juicio favorable de nuestros conciudadanos.
Quien confía en otra persona, apuesta porque siga demostrando en todo momento, con el aval de su conducta, que es digno de esa confianza.
Debe tenerse en cuenta que la confianza se pierde más por la deslealtad del que la recibe que por la infidelidad del que la presta.
También es cierto que la confianza, una ver perdida, es más difícil que se recupere por el que la sufre que por el que rectifica y subsana, a tiempo, sus errores y equivocaciones.
Confiar es, en resumen, salir fiador de otra persona que se considera fiable o digna de fiar. Cuando esta condición se pierde, nace la desconfianza que se agrava por el sentimiento de traición que provoca en los que se consideran defraudados.
La importancia de la confianza en política es tan necesaria que los propios textos constitucionales reconocen, junto a la llamada moción de censura, la calificada como “cuestión de confianza”. En este último caso, se trata de un instrumento que puede utilizar el Presidente del Gobierno para recabar ante el Congreso de los Diputados, la confianza en su programa o sobre una declaración de política general. Es someterse, igual que en el acto de investidura, al respaldo de la Cámara sobre su acción de gobierno.
En el Gobierno y en los políticos no procede tener fe; pero sí la confianza necesaria para el mejor desarrollo de sus funciones como representantes políticos.

LA CONFIANZA NO ES ACTO DE FE

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