CLIENTELISMO POLÍTICO

Cuando un partido político crea una red clientelar organizada y mantenida al amparo y con la ayuda y complicidad del poder, lo hace para asegurar el mayor número posible de votos que le permitan seguir en el Gobierno. Este sistema se sostiene en el fomento de los intereses creados y en la compra de la voluntad popular, mediante la concesión partidista de cargos, sueldos, ayudas, indemnizaciones, subvenciones, comisiones y demás prebendas y favores que impliquen y compliquen al mayor número de personas interesadas en la permanencia del régimen establecido. Es evidente que si, en esos casos, la corrupción beneficia a la mayoría, resulta políticamente rentable practicarla.
Ese clientelismo permite al poder actuar sin escrúpulos y sin más objetivo que favorecer a sus posibles votantes en la confianza de que nadie va contra sus propios intereses, por lo que, cuanto más extendida esté la trama, mayor será la impunidad del poder.
Ese régimen, tanto orgánica como funcionalmente, se apoya en la convicción de que el cliente, por su propia naturaleza, se mueve por motivos crematísticos y utilitarios, sin importarle el origen y procedencia de las dádivas que recibe.
Tampoco es dudoso que el clientelismo tiene un efecto expansivo y de contagio, en el sentido de que la mayor parte de la población aspira a vivir, o mejor, sobrevivir de la generosidad del Estado, lo que en definitiva resulta  prácticamente insostenible.
Por otra parte, el clientelismo obliga a los poderes públicos a gobernar pensando en agradar al público y no en lo que se puede esperar de su esfuerzo y sacrificio.
Una sociedad así domesticada, que confía en el papá Estado para subvenir a todas sus necesidades, consideraría sorprendente y haría oídos sordos a las palabras pronunciadas por Kennedy en su discurso inaugural como Presidente de los Estados Unidos en 1961, cuando dirigiéndose a sus compatriotas les dijo “no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país”.
En resumen, el clientelismo fomenta la modorra, la desidia y el conformismo incondicional de quienes reciben cualquier ayuda, siempre que no se les exija la correspondiente contraprestación.
Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, no puede extrañarnos que en dichas sociedades se den el menor nivel de progreso y desarrollo y el mayor nivel de paro y población subsidiada.

CLIENTELISMO POLÍTICO

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