TEMPORAL PERMANENTE

Qué tiempos aquellos en los que la palabra “temporal” remitía indefectiblemente a un contrato –¿Contrato? Sí, hombre, aquello que había antes de emprender–. A cualquiera que le pregunte este mes, le dirá que temporal es lo que tenemos sobre nuestras cabezas un día sí y otro también. Porque, aunque la palabra lleve a engaño, esta racha de temporales que sufrimos desde antes de Navidad es más bien permanente. Primero “Nadja”, después “Petra”, “Qumaira”, “Ruth”, “Stephanie”… Todas chicas, pero no piensen mal: es cosa de 2014, que es un año par. A ellos les tocan los impares. A veces pienso que el tipo que le pone nombres a las borrascas es amigo del que bautiza las operaciones policiales y suelen acabar juntos de copas en algún garito de luz roja en la puerta, cuya reputación es cualquier cosa menos dudosa, y ahí encuentran inspiración.
Leí el otro día en Twitter que piden un millón de firmas para que Gadis cambie la campaña “Se chove, que chova” por “Fai un sol de carallo”. Y firmé, claro. Los más viejos del lugar dicen, y ratifican los meteorólogos, que hacía años que no se recordaba algo igual. En enero, sacamos el paraguas 27 días de 31. Eso, en A Coruña, porque en Mesía acaban de pulverizar con la cifra de 50 el récord Guinness de días seguidos lloviendo. El anterior plusmarquista era Noé que, según la Biblia, tuvo que esperar a que escampase 40 días y 40 noches. Supongo que de ahí vendrá el nombre de ciclo-génesis aunque, si la cosa sigue así, habrá que pensar en cambiarle el nombre a ciclo-apocalipsis.
Los cinco muertos en Galicia a causa del temporal permanente nos recuerdan que, por muy fans que seamos de Rocío Jurado, lanzarse al Paseo Marítimo de safari fotográfico con el perro y los niños no es la mejor idea. La Xunta ya está pensando en hacer caja poniendo multas a los insensatos, aunque a veces creo que quienes se acercan demasiado a un mar embravecido están desafiando a la selección natural y merecen optar a los premios Darwin, esos que se otorgan a la muerte más imprudente del año.
Decía Gómez de la Serna que “la lluvia es triste porque nos recuerda cuando fuimos peces”. Lo malo es que los gallegos no tenemos muy claro haber dado ese salto evolutivo. Con esta sucesión de borrascas, lo más probable es que el primer ser humano de manos y pies palmípedos habite en el noroeste de la península Ibérica. Y a no mucho tardar. Si nota una protuberancia tras las orejas, hay dos opciones: o son las branquias, que pugnan por salir, o es musgo. No se preocupe, al fin y al cabo, así no podrá decir que no hay brotes verdes.

TEMPORAL PERMANENTE

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