La primera dama más buscada

Reconozco que lo he intentado pero tratar de escribir de otro asunto que no sea la victoria de Donald Trump resulta poco menos que imposible. No hay periódico, radio, televisión o cuenta de Twitter que hable de otra cosa que no sea la llegada de la ambición rubia a la Casa Blanca. Pero a mí la que realmente me tiene intrigada es la próxima primera dama, muy distinta a la otra Melania que teníamos como referente llegado del país de las barras y estrellas, representada por Olivia de Havilland en aquel personaje secundario de “Lo que el viento se llevó”. En lo de recatada no se parecen demasiado pero sí en lo de vivir a la sombra de su marido y en apoyarlo hasta en las situaciones más indefendibles, aunque lo pillen besando a la bella Escarlata en el aserradero o en una conversación de esas de chicos explicando por dónde se puede agarrar a una señora si uno tiene el dinero suficiente.
Reconozco mi decepción porque, si era importante que hubiera una presidenta de Estados Unidos –ya saben, un pequeño paso para una mujer pero un gran paso para todas las mujeres–, era también muy importante ver a la primera dama representada por primera vez por un caballero. Bill tomando el té con la mujer de Vladimir Putin o, mejor aún, con el marido de la primera ministra británica, Theresa May, hablando de porcelana y de lo difícil que está el servicio, mientras las que mandan en el mundo hablan de cosas importantes al tiempo que se fuman un puro –sin segundas intenciones– en el Despacho Oval. 
Hubiera sido divertido, por una vez, ver a las revistas del corazón criticando la decoración elegida por el consorte para el dormitorio Lincoln o poniéndole verde por haber ganado unos kilitos o por repetir demasiadas veces la misma corbata. Por desgracia, esa oportunidad ha pasado de largo y seguramente haya que esperar bastantes años para que vuelva a repetirse.
Melania Trump, de soltera Knavs, será la primera primera dama, valga la redundancia, nacida en el extranjero, porque Louisa, la mujer de Adams, era un caso diferente, ya que a su condición de inglesa sumaba el hecho de que su padre sí fuera americano, lo que la hacía algo menos foránea que una eslovena. Además, los paparazzi no se matarán por sacarla en bikini –lo de que te pillen en topless en Estados Unidos es más difícil aún que pillarte fumando– porque todo el país ha visto ya cómo es la mujer del presidente en paños menores.
De hecho, sus fotos desnuda han vuelto a ponerse de moda años después del posado. La revista GQ aprovechó el tirón, mediático y erótico, y volvió a publicar las fotos que hizo en el año 2000, en las que se aprecia el buen trabajo que hicieron, a medias, la naturaleza y su cirujano. Seguramente, los estadounidenses las hayan visto mil veces, pero no los españoles. Mientras en Estados Unidos las preguntas sobre cómo emigrar a Canadá copaban las búsquedas en Google tras conocerse los resultados electorales, en España el primer puesto en las consultas era para “Melania Trump desnuda”. Para que luego digan que no sabemos cómo enfrentarnos a una tragedia.

La primera dama más buscada

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