Por qué debes ser feministo

Hoy las mujeres saldremos a la calle a pedir algo tan descabellado y loco como que nos den lo nuestro. No, no ese “te voy a dar lo tuyo y lo de tu prima” en el que alguno pensaréis poniendo una sonrisa maliciosa, que nos conocemos. Lo nuestro –y también lo de nuestra prima– es vivir en las mismas condiciones, vestir como nos dé la gana, salir a la calle por la noche sin dar un respingo cada vez que oímos pasos detrás, que nos contraten sin mirarnos de reojo la tripa entre los 30 y los 40, que nos paguen lo mismo por currar lo mismo y que nos dejen seguir viviendo aunque hayamos decidido cambiar de estado civil. 
En el feminismo, como en cualquier otra corriente, no todo es rectilíneo y uniforme. Hay gente a favor del lenguaje inclusivo y quien cree que no es fundamental, mujeres a favor de la huelga y otras menos convencidas, quienes ondean la bandera y quienes se muestran más tímidas. Pero los matices y las diferencias, en estos momentos, no son importantes. Porque la meta es la misma para todas. Y debería serlo también para todos. 
 En todo esto, me falta la otra parte de la humanidad. ¿Dónde estáis vosotros? Seguramente, más perdidos que un pulpo en un garaje, dudando entre mostrarse como el tipo valiente, con la camisa abierta hasta el pecho y “hey, nena” que te han enseñado a ser y ese compañero sensible que cuida de los niños y llora con las pelis de Divinity. ¿Y qué supone que debes hacer?
 Entiendo que es difícil levantarse un día y dejar de ser machista. A mí a veces me pasa. Son muchos años viendo pelis de Pajares y Esteso, haciendo chistes –primero en el bar y ahora en los grupos de Whatsapp– y teniendo que representar un papel. ¿Qué se puede hacer? Simplemente, pararse y pensar. Pensar si quiero seguir siendo machista o si quiero que mis hermanas, mi madre, mis hijas, mis amigas, mis compañeras sean mis iguales y no tengan que ir un paso por detrás. Eso y no otra cosa es ser feminista. 
Ya, ya veo la respuesta: “Es que sois unas feminazis”. Y entonces reprimo mis ganas de contestar “Y tú un retrógrado machista” y aplico la paciencia de un monje budista para explicar por qué nos enfada que nos denigren, nos insulten, nos vejen e incluso nos maten. Pero no pasa nada, estamos dispuestas a explicaros por qué es machista llamar abuela a Hillary Clinton y no hacer lo mismo con Donald Trump. O tener a una mujer de veintipocos preciosa para presentar los deportes mientras su compañero de plató es feo, viejo y calvo. Quien no se haya parado a pensar cinco minutos en todo esto, quien no haya mirado la realidad bajo este prisma, no puede darse cuenta de que, en realidad, es muy machista. No os preocupéis, os ayudaremos, os apoyaremos y os enseñaremos el camino para descubrir que, en el fondo, debéis ser feministas. O, si lo preferís, feministos. 

 

 

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