EN CUESTA

Andan todos los políticos preocupados estos días con las conclusiones de las diferentes encuestas electorales. Algunos se frotan las manos y otros la frente, según cómo les sean de propicios los resultados: están los creyentes, que confían en que los augurios se repitan en las urnas tal cual; los agnósticos, que no se pronuncian hasta el recuento de papeletas y los ateos que, directamente, no creen en las encuestas.
A estos últimos les ha venido de perlas la sorpresa de las elecciones británicas –que se parecen a los pronósticos iniciales como un huevo a una castaña– para decir que el trabajo de los sociólogos no es fiable. Y no porque los sondeos no se hayan hecho a conciencia, sino porque hay un alto porcentaje de voto vergonzante. Cierto es que la forma de contabilizar los votos en Gran Bretaña es muy diferente a la española, con un sistema de todo o nada que puede decidir un escaño por un solo voto.
Confesar en plena crisis, tras unos cuantos recortes y no menos escándalos, que alguien pretende votar al PP requiere un ejercicio de autoafirmación importante. Así que muchos, dicen que no lo van a votar o que, simplemente, aún no lo han decidido. Decir que vas a votar a PSOE o BNG con todas las opciones de izquierda moderna que se presentan en el panorama electoral tampoco parece ser un must, que dirían en Vogue. Lo que se lleva ahora son las barbas hipster y votar a Ciudadanos o a la Marea, aunque si las tendencias continúan en la misma línea, Podemos igual tiene que acabar cambiando el nombre a Pudimos.  
En A Coruña, los sondeos han ido cambiando mucho a lo largo del último mes y lo que iba a ser una derrota segura para Carlos Negreira se transforma ahora en opciones de formar gobierno. Solo o en compañía de otros, esa parece ser la duda, aunque la alternativa de un gobierno de coalición de izquierdas tampoco se puede descartar.
Al final, las únicas encuestas que valen serán las que salgan de las urnas. Puede que los periodistas que siguen las elecciones tengan que hacer cálculos para ver cómo va a quedar al final cada ayuntamiento. Eso, si les dejan la calculadora los de deportes, que están muy ocupados haciendo permutaciones y combinaciones de qué puede pasar en la última jornada de Liga. Esperemos que, al menos, el Dépor no lo tenga tan en cuesta.

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