Nos tenemos que salvar

o te rindas, por favor, no cedas.Aunque el frio quemeAunque el miedo muerdaAunque el sol se ponga y se calle el vientoAún hay fuego en tu almaAún hay vida en tus sueños(Mario Benedetti ).
Volvemos a los tiempos oscuros. Ya estamos en ellos. De nuevo y después de la irresponsable ensoñación del verano, el Covid-19 ha vuelto a adueñarse de nuestras vidas. De una u otra manera somos esclavos del virus, salvo aquellos irresponsables que creen que esta historia no va con ellos y no están dispuestos a renunciar a un modo de vida que ha quedado hecho añicos.
Nuestra vida ya no es la que era. ¿Se acuerdan de cuándo nos abrazábamos sin miedo?. ¿Cuándo había que comer apretados para que todos cupiéramos en la mesa?. ¿Cuándo salíamos sin miedo y las terrazas se atestaban de gente?. ¿Se acuerdan cuando hacíamos planes que quizás nunca hicimos pero los soñábamos como ciertos?. Eramos felices, al menos a ratos, y no lo sabíamos.
La venta de ansiolíticos y somníferos está creciendo exponencialmente y gentes que se creen que tienen el virus no es más que la ansiedad que paraliza nuestro organismo, nuestra mente, nuestro ánimos. Tememos por nosotros, por nuestros hijos, por nuestros hermanos, por nuestros amigos. Tememos por todos y por todo. Se nos ha ido la vida que era nuestra vida y no sabemos cuándo volverán esos abrazos y esas mesas apretadas. No sabemos nada, salvo que el virus está ahí y que nuestra vida ya no es la que era.
Nos dicen los responsables políticos que debemos aprender a convivir con esta pesadilla. Y tienen razón. No podemos parar la vida y mucho menos dilapidarla con actitudes irresponsables e insolidarias. No hay ni habrá rastreadores bastantes en el mundo para seguir la trazabilidad de quienes ignorando los sacrificios ajenos se van de botellón y celebran fiestas clandestinas sin el menor cargo de conciencia.
Hay que convivir con el virus y con el miedo y con la ausencia de abrazos y adaptarnos con ánimo y buen espíritu a una vida que no imaginábamos. Tenemos derecho al miedo, a la incertidumbre, a la soledad pero si queremos salvarnos no queda otra que abrazarse a lo que la vida nos depara con el menor temor posible, con toda la responsabilidad de la que seamos capaces y siempre con esperanza de que todo lo malo acaba pasando. Si el ser humano no fuera capaz de soportar la adversidad , la humanidad no existiría.
No nos rindamos, pues, al desánimo , ni a la incertidumbre ni al miedo. Por todos aquellos que se han ido, por todos aquellos que sufren, por todos aquellos que vienen detrás de nosotros, que nos acompañan, que nos quieren y queremos, no podemos rendirnos porque como dice Bennedetti aun hay fuego en tu alma, aun hay vida en tus sueños.
Nos tenemos que salvar. 

Nos tenemos que salvar

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