Mejor el silencio

Hay momentos, tanto en la vida en  que la conversación más fructífera y más elocuente es la que se desarrolla en silencio. En momentos de emoción, las lágrimas sustituyen a las palabras más tiernas. En el dolor, el silencio respetuoso y afable es más reconfortante que cualquier frase hecha.
Hoy, 17 de agosto, es uno de esos días en nuestra vida colectiva que debe imponerse el silencio para que solo se escuchen los recuerdos y la memoria de las víctimas de aquellos yihadistas dispuestos a hacer el mayor daño posible. Cualquier declaración y, por supuesto, cualquier debate partidario está de sobra. Ni que decir que es vergonzoso que aprovechando el homenaje a las víctimas, haya algunos políticos, hoy encarcelados, que hayan insinuado una maquiavélica relación entre el imán de Ripoll y el CNI. A un paso han estado de culpar a la inteligencia española de los atentados de Cataluña.
Parece que cuesta enterarse de lo obvio y es que en un acto terrorista los únicos responsables son los terroristas, no los Mossos, ni las FSE ni la Guardia Civil. ¡Solo faltaba¡. ¿Que hubo fallos? Imposible negarlo, pero ¿alguien puede ni siquiera imaginar que si se hubiera podido evitar no se hubiera evitado? Si hubiera alguien que se atreviera siquiera a insinuarlo lo único que evidenciarla seria su propia miseria moral. Nunca sabremos a ciencia cierta cuántos atentados se han evitado gracias a la acción policial tanto en Cataluña como en el conjunto de España, pero podemos dar por hecho que sin la profesionalidad y entrega de todos los responsables de nuestra seguridad en nuestro calendario nacional habrá más fechas negras.
Hoy Barcelona se convierte en el foco de atención. Es difícil que se repita el bochornoso espectáculo de la manifestación que se produjo tras los atentados y digo difícil porque solo falto que se diera una bofetada al rey, pero no hay que descartar que haya quienes no quieran renunciar a su minuto de indignidad pensando que es un minuto de gloria. Todo lo que no sea silencio y respeto a los políticos sean cuales sean sus siglas, será una vergüenza que ni las víctimas ni el conjunto de los españoles merecemos.
Es patético comprobar la prisa que se dan unos y otros para echarse culpas mutuamente. Da igual que se trate de un colapso en una parte del puerto de Vigo que de una compleja operación policial. El día que ante una catástrofe o un atentado veamos juntos a responsables de todas las instituciones haciendo piña y sin pensar de quién es la competencia, habremos dado un gran paso a favor de nuestra calidad democrática. Esta es una de nuestras asignaturas pendientes.
Hoy, 17 de agosto, el rey, como Jefe de Estado que es, estará en Barcelona. Los más radicales han organizado actos paralelos para no coincidir con él. Quim Torra estará con el rey, pero él ha alentado el desprecio a quien hoy más que nunca representa a más de cuarenta millones de españoles. Dicho esto, mejor, para no ser incoherente, volver al silencio como expresión de respeto y de conversación sincera con las víctimas a quienes unos tipos que llevaban una vida normal –los terroristas siempre llevan vida normal y además son “majos”– mataron a diestro y siniestro. Sin compasión. Ante tanto horror no hay palabras.  

Mejor el silencio

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