Complicado triunfo y difícil derrota

No existe amarga victoria ni dulce derrota, pero sí puede ocurrir y está ocurriendo que el triunfo puede resultar un sudoku y la derrota, además de ser una mala noticia en sí misma, convertirse en una difícil realidad. Y es en el mar de la complicación en el que Rajoy se ve obligado a navegar, porque, pese a su incuestionable triunfo, no podrá gobernar si no resuelve con acierto el sudoku político. Los avatares de Rajoy no son menos complicados que las difíciles aguas en las que Pedro Sánchez y con él el del PSOE se ven en la necesidad de chapotear.
Quien siga pensando que el presidente en funciones no se entera, que lo suyo es leer el “Marca” tumbado en una hamaca es que no se ha enterado de quien es el candidato popular. No hay nada más infantil en política que agarrarse a los mantra y algo de eso ha venido ocurriendo con quien todavía habita en La Moncloa. Es curioso que haya tenido que ser el independentista José Rufián el que haya tenido que recordar algo así como que “Rajoy no es tonto”. Y así, desde su propio estilo y con sus famosos tiempos, el candidato popular trata de tejer un acuerdo de mínimos  que le permitan continuar en La Moncloa. Para ello se ha reunido incluso con quienes sabe de antemano que nada tiene que hacer. El “plato fuerte” es el PSOE y es aquí en donde entramos en aguas difíciles.
Sánchez debe tener la cabeza como un bombo. Unos le dicen que se anime y si Rajoy fracasa que lo intente; otros, que nada de abstención, ni siquiera por la mínima, y todos, que ni hablar de nuevas elecciones. Poner en orden tantas opiniones va a ser tarea complicada. Sin embargo, no hay que despreciar la capacidad de Sánchez para la sorpresa siempre revestida de una buena dosis de audacia. Si Ciudadanos ha entrado en bucle hablando de nombres, empeñándose en una imposible mesa a tres, al mismo tiempo que afirma que no serán obstáculo, el PSOE no anda lejos de trasladar a la opinión pública un discurso confuso y en política, cuando algo hay que explicarlo muchas veces, malo.
El PSOE no puede querer todo a la vez. No puede querer que no haya elecciones que para ellos serían letales y al mismo tiempo meterse en almidón para afirmar que con Rajoy, ni a heredar. Saben desde el minuto uno que aun cuando Rajoy pactara con los denominados “afines”, nada sería posible si los 85 diputados socialistas votaran en contra. Con esos “afines”, ellos, los socialistas, trataron de llegar a acuerdos.
Un partido de Estado y con vocación de gobierno, que ha sido clave en la construcción de la democracia hay lujos que no puede permitirse, máxime cuando al final de los finales se va a ver en la encrucijada de tener que decidir entre Rajoy o elecciones, porque este dilema es el que está encima de la mesa. Todo lo demás, son ganas de gastar tiempo. ¿Cómo explicarán una abstención mínima si esta se produce? ¿Cómo harán entender a los españoles que no queda otra que unas nuevas elecciones si se mantienen en el no y no?
Cuántas contradicciones, cuánto desgaste interno se ahorraría el debilitado PSOE si apostaran por una abstención mínima con estrictas condiciones y exigencias a Rajoy y desde una oposición, con Sánchez como jefe de la misma, contundente y severa reconstruirse para volver a ser el partido que siempre ha sido. Este ahorro de contradicciones se produciría de igual modo si de una vez por todas adoptaran la posición contraria. La política no es blanco o negro. Es necesario hablar, contrastar, ceder, calcular riesgos y beneficios.

Complicado triunfo y difícil derrota

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