Un dardo envenenado

el Gobierno decidió la semana pasada, presionado por el tiempo, ceder a las exigencias del PNV para que no presentara ninguna enmienda a la totalidad y votara en contra de las que se habían presentado. Para el Gobierno era importante, ya que conseguir aprobar los Presupuestos le supone lograr acabar la legislatura. Lo malo es que las cesiones, cuando son fruto del “chantaje” no acaban con la primera concesión. 
Y, así el PNV se ha permitido estos últimos días gritar a los cuatro vientos que de ninguna manera ha garantizado que en los próximos trámites parlamentarios vaya a aprobar las cuentas del gobierno. Parece que el PNV quiere dejar claro que el primer paso dado no significa su apoyo total, lo que hace intuir que las peticiones no se han terminado.
Ya estamos viendo que las manifestaciones de pensionistas continúan. Se ha logrado una subida del 1,6 por ciento para este año, la que fije el IPC en 2019 y retrasar cuatro años la entrada en vigor del factor de sostenibilidad. Rajoy ha dado marcha atrás en su reforma del sistema público de pensiones, después de decir por tierra, mar y aire que no se podía, que lo que se pedía era demagogia y populismo. 
¿Quién puede garantizar que de nuevo los pensionistas, jaleados por la izquierda y los sindicatos UGT y Comisiones Obreras, no vayan a lograr que la pensión mínima se suba a 1.000 euros? Por qué no, si se paga con más impuestos y el Estado lo garantiza todo.
Me parece que el Gobierno, por la gobernabilidad, se ha metido en un jardín de difícil manejo. Cierto que lo peor para el sistema de pensiones no vendrá en los dos próximos años, el estrés se producirá en una nueva legislatura. De momento, se le ha dado una patada a un balón, que alguien en algún momento y no a mucho tardar, tendrá que parar, templar y mandar. Ponerle el cascabel a este gato no va a ser fácil, porque estamos hablando de miles de millones que ni las tecnológicas, ni la banca, ni los ricos van a cubrir.

 

Un dardo envenenado

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