EN SU RECUERDO

Impactantes y sobrecogedoras son las imágenes de la actuación contra inmigrantes africanos en las costas de Ceuta. Y aunque por justicia y transparencia sea necesario conocer el vídeo completo de lo ocurrido, las imágenes que conocemos hablan por sí solas y hieren el alma de quien tenga un mínimo de sensibilidad. Dar voz a quien no la tiene es ya lo único que se puede hacer. Ni sus países de origen, ni sus gobiernos, ni sus familias les reclamarán, ni pedirán justicia. Son pobres y negros, casi nadie les echará de menos, quizás sus madres si viven, es tan corta la esperanza de vida en sus países, pero si es así, esperarán alguna señal de sus hijos que nunca llegará.
Estos jóvenes con inmensos ojos de tristeza y a la vez de esperanza emprenden un camino en busca de una vida mejor. Huyen de la miseria, de la guerra, de la represión y sueñan con que, una vez alcancen las fronteras, serán personas, tendrán futuro, y sus utopías pueden ser realidad. Por eso lo arriesgan todo. Da igual los bajos de un camión, que una patera, que un frágil cayuco o intentar alcanzar las vallas con afiladas concertinas en la frontera. Lo intentarán una y otra vez, aunque con frecuencia pierdan la vida en el intento. ¿Cómo alguien puede justificar lo que hemos visto como una respuesta proporcionada?
Eran jóvenes llenos de vida. Pero llegan nadando exhaustos para alcanzar la costa y en vez de socorrerles con humanidad, son rechazados, incluso con lanzamiento de material antidisturbios. En el entorno había embarcaciones y un dispositivo de personal importante que pudo evitar sus muertes. Lo ocurrido en Ceuta, es un horror del mundo que vivimos. Donde la hipocresía y la doble moral campan a sus anchas. Y unas veces se utiliza el derecho a la vida como un argumento de peso para imponer leyes y otras la vida no tiene nombre, ni precio, ni responsables, ni justicia.
Sirvan estas líneas emocionadas de solidaridad con las vidas perdidas y los sueños rotos de los jóvenes africanos. Si hubieran sido negros y ricos, prestigiosos abogados entablarían reclamaciones y acciones legales. Pero siendo pobres y negros están condenados al silencio y al olvido. La inmigración es cuestión de Estado, sí. Pero también de derechos humanos.

EN SU RECUERDO

Te puede interesar