ELLAS TIENEN NOMBRE

Antes de que el proyecto de ley de interrupción del embarazo inicie su tramitación parlamentaria y la mayoría absoluta la imponga, haré algunas reflexiones. ¿Por qué cambiar la ley de plazos del 2010 perfectamente asumida y sin cuestionar, por una ley de supuestos más restrictiva que la de 1985? Es retroceder 30 años, situarnos a la cola de los países europeos y, lo peor, poner nuevamente en entredicho la capacidad de la mujer, quedando al albur del personal sanitario, al que también criminalizan. Con la inseguridad añadida de la burocracia y la objeción de conciencia que dilataran los tiempos hasta hacer inviable su aplicación.
Respetables son las cuestiones de moral. Por eso la ley actual no obliga a nadie, ampara la decisión en los plazos tasados y regulados. La conciencia y circunstancias de cada mujer solo a ella le pertenecen y aunque un embarazo es cosa de dos, en muchos casos solo ella asume la responsabilidad. Abortar siempre es una decisión dolorosa, no le pongan piedras en el camino.
En mi vida profesional en el juzgado de guardia, he vivido de todo. Pero nunca olvidaré el rostro de María, cuando llegó del hospital todavía débil y aturdida,  conducida por la policía para declarar. La causa, un parte médico rutinario “septicemia por aborto provocado”. Contó que a las pocas semanas de que su marido volviese a navegar, se dio cuenta de que estaba embarazada y ya no podía más. Imposible para su economía y ámbito social ir a Londres, por eso buscó la ayuda clandestina y ocurrió lo previsible, una grave infección. En este caso fue a la cárcel, pero salvó la vida. Para la angustiada mujer, la única preocupación cuando se le notificó su ingreso en prisión, era quién cuidaría de sus cinco hijos. La otra cara de la vida, también frecuente, era la circulación de listados de las clínicas de Londres a donde iban quienes se lo podían pagar y aquí paz y después gloria.
Si sigue adelante esta nueva ley, pasaremos de ser mujeres con derechos a mujeres con riesgo para su vida, y volver a las cloacas de la clandestinidad. Una ley embarrada de hipocresía y doble moral para contentar a esos sectores que pase lo que pase no van a tener los problemas de María.

ELLAS TIENEN NOMBRE

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