Perlas televisivas

La conductora del programa de TVE “Entre todos”, Toñi Moreno, se apresuró ayer a pedir disculpas por sus desafortunados y obtusos comentarios sobre el caso de una joven madre con dificultades cuyas manifestaciones la llevaron a decir que, en el caso de mujeres maltratadas, como era el caso, tales hechos o se denunciaban o se callaba para “siempre”. Bueno, por eso, y porque, según la presentadora, el secreto del éxito del matrimonio comienza por ganarse a la suegra. Podríamos entender, o asumir, que tales perlas televisivas se cultiven en el más competitivo mundo de los canales privados, más sujetos a las veleidades empresariales y los intereses políticos en muchos casos que al simple y llano deseo de informar o entretener. El caso es que hablamos de la televisión pública de este país, a la que se le supone obligada a una programación cuando menos digna, plural e imparcial, que no convierta las miserias humanas en vía de la lucha por la audiencia. No suena a veraz el arrepentimiento de la presentadora, que más parece preocupada por el hecho de que las críticas y descalificaciones acaben por agotar la fórmula y, en consecuencia, la percepción de tan generoso salario (diario, no semanal o mensual, por supuesto) como lo es hoy en día esos 1.400 euros a los que no pueden aspirar la mayoría de los ciudadanos de este país.
El problema no es ya que puedan existir este tipo de programas –la misma fórmula funciona desde hace más de una década con las miserias de famosos o famosillos–, sino la ignorancia que aportan, como principal fuente de conocimiento y razonamiento, determinadas estrellas mediáticas.
Ahí está el conocido caso de Mariló Montero cuando otorgó el don del alma al hígado y cuestionó  la opción de la vida en función de la del donante. Más o menos, que si este era un asesino el receptor podría correr el riesgo de acabar convirtiéndose en otro. Poltergeist en estado puro; en los dos sentidos. El verdadero fondo de la cuestión no es ya, por lo tanto, el contenido del programa de Moreno, que no puede defenderse bajo el epígrafe de que contribuye a aliviar la desesperanza de quienes en él aparezcan, sino el elevado grado de credibilidad que, quien auspicia, protege o fomenta programas de este tipo, otorga a la supina ignorancia de la que hacen gala quienes, bajo el supuesto de que nos están contando algo real, ni aceptan la crítica ni tienen el más elemental conocimiento de lo que están diciendo. Carne de Facebook, que diríamos ahora, sobre todo a la hora de ver la reacción de la joven a quien explícitamente se la invita a ocultar los motivos que la han llevado a tal estado de necesidad y a la que no le queda más remedio que alimentar, a costa de su propia desgracia, la miseria con la que otros se enriquecen. Que se sepa, la disculpa no conlleva destinar lo ganado en tres días de trabajo para aplicar esa solidaridad que dice la presentadora que ejercen ella y su programa.

Perlas televisivas

Te puede interesar