AQUELLOS OBJETIVOS QUE NOS HICIERON LIBRES

Un viejo sindicalista, y no exclusivamente por edad, sino porque fue testigo activo de los años del franquismo, de la Transición y de buena parte del desarrollo del proceso autonómico gallego, me comentaba días pasados que la peor sensación de los tiempos que corren es el hecho de que hay tantos objetivos a cubrir, tantos propósitos que es necesario modificar, que han acabado por situar a esta sociedad en un paréntesis de difícil solución. En tiempos de Franco se sabía –indicaba– que lo prioritario no era otra cosa que esperar a que al régimen dictatorial acabase con la muerte del general con la mira puesta en un cambio necesario pero sujeto a una serie de pasos que la oposición y las fuerzas democráticas conocían de antemano.
El problema radica ahora en que el número de frentes abiertos es tal que difícilmente la sociedad puede asumirlos. En pocas palabras, un solo objetivo es fácil de cubrir, al menos más que los múltiples ataques por todos los flancos, que conducen al agotamiento o, lo que es peor, a asumir la derrota como algo inevitable. El Gobierno central, que ha marcado las directrices de los dos últimos años hasta el agotamiento no solo físico sino mental en el que parece que nos encontramos, ha optado por esta estrategia sabiendo que el ataque en varios frentes es imposible de cubrir con la necesaria intensidad en todos ellos.
No estamos indefensos, pero sí es cierto que la sociedad no está preparada, ni tan siquiera concienciada, para desarrollar una línea defensiva lo suficientemente sólida. La educación, la sanidad, el aborto, la contención salarial, el desempleo, la falta de créditos tanto a la empresa como a la industria, el peso de la economía europea más que de la mundial, la dependencia y un largo etcétera de decisiones que afectan al país han convertido un simple y llano objetivo, el de la supervivencia, en munición de metralla difícil de eludir y para la que, por lo que se ve, no hay parapeto lo suficientemente fuerte como para soportar tanto ataque. Se soliviantaba en parte el viejo sindicalista cuando se criticaba la nula acción de los sindicatos en esta batalla al recordar que son los únicos capaces de convocar una huelga general. Razón le sobra, pero se la resta en buena parte el hecho de reconocer que los agentes sociales no están respondiendo en la medida de sus posibilidades, y obligaciones, a lo que el resto de la sociedad demanda. Volvemos pues al objetivo único, que invita a pensar que no es otro que el del derribo de un Gobierno que está por ver si es capaz mínimamente de solventar la peor crisis que ha vivido este país o si la salida de la recesión o el incremento de la inversión extranjera, por ejemplo, tienen realmente que ver con su política o son solo tenues síntomas derivados del paso del tiempo más que de la gestión. Tal vez aquello de que “contra Franco vivíamos mejor” tenga más sentido que nunca. Era al menos un único frente, una única guerra

AQUELLOS OBJETIVOS QUE NOS HICIERON LIBRES

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