UNA HUELLA EN EL NAVAL

Navantia procede hoy a la botadura del “Orgullo Petrolero”, un pomposo nombre si cabe para el flotel que la patrolera mexicana Pemex contrató con los astilleros públicos a instancias del presidente de la Xunta, Núñez Feijóo. Hasta aquí, todo correcto, porque es evidente que el hecho de que las factorías ferrolanas contasen con tal encargo tuvo como origen el interés de la firma centroamericana por Barreras y la consecuente apuesta de Feijóo por cerrar un compromiso en un momento en que la crisis del sector naval más arreciaba en Galicia. El papel jugado por el titular del Ejecutivo gallego solo es discutido desde el plano político de la oposición o por el espectro sindical, en ambos casos con más o menos fortuna si se tiene en cuenta el general desconocimiento que sobre esta actividad posee la clase política, aun cuando alardee de todo lo contrario. 
Pero es evidente que la ya gastada retaíla de que ha sido el Gobierno de Mariano Rajoy el único que ha conseguido carga de trabajo para los astilleros ferrolanos en un intento de dejar sin efecto la lograda por el de Rodríguez Zapatero, tiene poco sustento. En especial, porque dicho extremo no es correcto, al menos en gran parte, si recordamos que el mayor contrato de exportación militar naval de este país ha tenido como destino Australia y que el subcontinente es, hoy por hoy, precisamente una de las opciones que baraja la cúpula directiva del grupo público tanto a la hora de ofertar como a la afianzar serias expectativas de negocio. Sí es cierto que el flotel, pese a sus escasas dimensiones y su casi imperceptible captación de mano de obra para paliar las elevadas tasas de paro derivadas de la subactividad en las compañías auxiliares, ha sido el primer encargo de ámbito civil asumido por las antiguas Bazán y Astano en años. Poco más que este hecho se puede arrogar ningún gobierno. Y es que la principal recuperación de la actividad ha de venir de la mano del sector militar en el caso de la primera factoría, y del civil en lo que a la segunda se refiere. Y, por lo que se ve, se aprecia y se intuye, para esta tiene reservada Navantia una salida centrada casi exclusivamente en el sector eólico marino. No es sino bajo esta perspectiva que se puede asumir, o entender, la decisión de que los cuatro petroleros contratados por Ondimar se construyan en su totalidad en Cádiz, a excepción de las proas, que recaen bajo la responsabilidad de Ferrol dada la enorme complejidad de estas estructuras. Por el momento, la actividad apenas deja huella en un difícil camino que obliga a pisar mucho más fuerte.

UNA HUELLA EN EL NAVAL

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