Lo que ya en Ferrol se sabía

La acción llevada a cabo ayer en Madrid por representantes del Partido Popular en las comarcas de Ferrol, Eume y Ortegal, tenía por objetivo trasladar a la opinión pública dos mensajes claros. Por un lado, el de que el PP está dispuesto incluso a manifestarse ante directivos designados por su propio partido para demandar responsabilidades y, en consecuencia, conseguir carga de trabajo para los astilleros públicos gallegos. El segundo, colateral al primero, para tratar de acentuar la presión sobre los responsables de Navantia, que en dos años no han cerrado ningún contrato para las factorías. La situación de estas es sobradamente conocida. Por eso, la duda ofende si alguien piensa que algún ferrolano se tomó en serio, siquiera por aproximación, que la presencia de estos doscientos cargos ante la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales determinaría en lo más mínimo la aparición de algo que continúa sin producirse. Es evidente que si lo que el PP comarcal quiere hacer de cara a la opinión pública es manifestar su voluntad de que está con esta y que, por ello, comparte sus inquietudes y problemas y está volcado en la consecución de acuerdos que garanticen el futuro de Navantia en la ría local, gestos como el de ayer deberían incluir también a los responsables políticos de más alto nivel, aquellos que hace menos de un año aseguraban que los astilleros tenía carga de trabajo, dando a entender con ello que el problema de la desocupación no era tal.
Si lo que el PP pretende hacer es, por otro lado, encabezar el conjunto de las demandas sociales de la zona en materia laboral, sobran, en cualquier caso, las descalificaciones que tenuamente se dejaron sentir dirigidas a los sindicatos. En esta comarca, todos queremos lo mismo, sin diferencias de criterio u opinión, y mucho menos ideológicas. Si estas existen es porque el enfoque que se pretende dar no concuerda con todos, cuestión que debería primar a la hora de plantear alternativas realmente capaces de hacer reaccionar al Gobierno central ante tan dramática situación. Los protagonismos, una vez más, campan sobre un terreno baldío que solo necesita una cosa: ser regado. Paralizar el plan industrial que pretende llevar a cabo la SEPI no es precisamente el camino más llano. Los astilleros públicos necesitan una programación que estabilice la carga de trabajo, que espante de una vez por todas la precariedad que determina su propia existencia, con continuos altibajos, pero, sobre todo, recapitular sobre su propia política comercial –ausente de resultados– y luchar, a través del Gobierno del país, por la plena recuperación de las factorías, tanto en el ámbito militar como en el civil. Los sucesivos planteamientos puestos en práctica hasta ahora han abierto todavía más la brecha de esa precariedad, consistente en hacer frente a años de gran desocupación ante otros con carga suficiente de trabajo para la plantilla propia y las de las compañías auxiliares. Para llegar a Madrid no era necesario, tampoco, esperar tanto.

Lo que ya en Ferrol se sabía

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