De la transición a la transacción

No es la primera vez, ni será la última, que he defendido desde aquí la Constitución del 78. El mejor argumento que tengo para hacerlo son estos 41 años largos de paz y progreso que hemos disfrutado todos los españoles. Aquel gran acuerdo fue fruto de la grandeza y generosidad de vencedores y vencidos en aquella horrible contienda civil que enfrentó a españoles contra españoles azuzados por la desastrosa gestión política de los años anteriores al estallido del conflicto. Los muertos de esos tiempos se cuentan por miles y en las calles y cunetas, cuando no en fosas comunes como la de Paracuellos o Aravaca, por ejemplo, se amontonaban cadáveres anónimos que fueron asesinados sin juicio previo y sin justicia, más allá del libre albedrío de los “jefes” de las checas o los rencores personales de cualquiera que tuviera acceso a un arma. A mayores, líderes políticos fueron también asesinados por órdenes políticas, como Calvo Sotelo a quien se le anunció su muerte en el parlamento: “usted ha hablado hoy por última vez” y así fue. Después tres años de cruentos enfrentamientos que dejaron cientos de miles de fallecidos de ambos bandos y 40 años de dictadura que finalizaron con la muerte de Franco en la cama de un hospital. Entonces hombres, y alguna mujer había, de gran talla política se sentaron alrededor de una mesa para organizar lo que debía de ser la reinstauración de un sistema democrático, un sistema que debía garantizar la convivencia pacífica de todos los españoles bajo el imperio de la ley y con un amplio consenso en el respeto a las normas de la democracia pusieron en marcha el texto de la concordia. Personas de muy diferentes signos políticos mezclados con gentes del aparato del gobierno anterior supieron hacer las renuncias oportunas que facilitaran y posibilitaran en el entendimiento entre compatriotas y lo hicieron. Nuestra transición fue ejemplo en todo el mundo y el texto constitucional reforzó un sistema democrático y de libertades que nos ha traído hasta aquí. Todo ello aderezado con un intento de golpe de estado el 23 de febrero de 1981 que fue superado gracias al pueblo español y a los políticos constitucionalistas que lideraron la respuesta al envite militar. Ya en 2010 empiezan a aparecer iluminados que ponían en jaque el sistema y pretendían aniquilar la constitución y con ello poner en riesgo de nuevo la convivencia. Son jóvenes que ni tan siquiera vivieron aquellos tiempos difíciles, que nacieron al calor de la democracia que, precisamente aquel texto, les había regalado. Empezaron a hablar de hacer una nueva transición lo que no deja de ser curioso porque en el 78 pasábamos de una dictadura a una democracia y, ahora, ¿qué pretenden?, ¿pasar de una democracia a otra democracia? No señores, aquellos constitucionalistas del 78 hicieron un gran trabajo con el respaldo de los españoles y el tránsito de la ley a la ley se culminó con éxito. Lo que ahora pretenden algunos es una “transacción”, que no es lo mismo. Antes había un solo interés, el general, y ahora se pretenden negociar otras cosas, Corrupción, debilitar el sistema, cargos y poltronas a repartir, rencores impostados, etc., todo eso es lo que quieren negociar los que quieren reventar nuestra constitución, el interés general se ve sustituido por intereses personales o partidistas y los españoles pasamos de ser protagonistas de aquel gran acuerdo a meros espectadores de esta componenda que proponen. Hoy se habla de romper España, de hacernos distintos y desiguales entre nosotros, en definitiva, de debilitarnos como Nación para buscar viejos odios. Sobran irresponsables y faltan políticos de estado. Ojo.

De la transición a la transacción

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