Peligro, gente tóxica

Quien no recuerda cuando, en su más tierna infancia, sus padres le alertaban sobre las malas influencias que determinadas relaciones podrían suponer para una educación razonable. Con el tiempo, a esas malas influencias se les llamó relaciones tóxicas, en resumen, se trataba de alejar de uno a aquellas personas conflictivas que solo aportaban problemas e infelicidad. 
Nunca pensé que estas malas personas alcanzaran gran proyección social e incluso altas cotas de poder. No puede ser bueno que personas que se revuelcan en la discordia y en el mal tengan tanta capacidad de influencia social. Veamos algunos ejemplos de individuos e individuas que parecen gozar con nuestra infelicidad. Manuela Carmena se niega a exhibir una pancarta en recuerdo del asesinado Miguel Ángel Blanco ¡y mira que le gustan las pancartas a los de Podemos!   
El joven Miguel Ángel se convirtió en un icono de la unidad de todos los españoles en la lucha contra el terrorismo. Más allá de las ideologías aquel tiro en la nuca revolvió las entrañas de todos los seres humanos de bien. La postura de Carmena nos ha golpeado el corazón y su insensibilidad nos ha mostrado la auténtica cara de la abuelita alcaldesa. 
Su compañero Alberto Garzón no dudó en tildar de torturador al secuestrado Ortega Lara, víctima de la crueldad de la banda asesina ETA. Otro compañero “podemita”, el tal Monedero, etiquetó de terrorista a Leopoldo López, líder de la oposición venezolana, que lleva tres años encarcelado, aunque ahora en su casa, por sus ideas políticas. Tóxicos son también los protagonistas de la corrupción que minan nuestra moral y esquilmaron las arcas públicas en beneficio propio y que, afortunadamente, hoy por hoy se pasean por los juzgados antes de ingresar en prisión que es donde deben estar y desde donde han de devolver los dineros robados. 
Mención especial merecen los agitadores profesionales esos que se ponen detrás de cualquier pancarta buscando, permanentemente, la desestabilización. Estos hacen de la maldad virtud y se levantan cada día pensando que “cuanto peor, mejor” aunque en ello vaya la destrucción de todas nuestras esperanzas y muchas de nuestras ilusiones. 
En esta relación de tóxicos no podemos olvidar a determinados quintacolumnistas que desde algunos medios de comunicación amplifican las soflamas del mal y nos anuncian cada día el fin del mundo. 
Entenderán ustedes que esto es un sinvivir y que tanta presión tóxica quiebra nuestra moral y reduce nuestra fuerza para enfrentarnos a la cruda realidad, que es dura, pero superable.  
Las cosas no están bien, todavía, pero ya estuvieron peor y con el esfuerzo de todos estamos sobreponiéndonos a situaciones indeseables que nunca debieron suceder, pero desde la maldad, desde el odio, o desde el rencor jamás encontraremos la concordia que nos procure paz social y progreso. 
Por eso creo que es llegado el momento de atender los sabios consejos de nuestros padres y apartar de nuestras vidas a las personas tóxicas que impiden nuestra felicidad. Como soy optimista por naturaleza me apoyaré en Éloge de Richardson cuando dijo: “un bien actual puede ser en el futuro el origen de un gran mal; un mal, el origen de un gran bien”. Abramos los ojos y … ¡tóxicos fuera! 

Peligro, gente tóxica

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