¿Pasa algo bueno?

Soy optimista por naturaleza y también por obligación. Con tres hijos en la universidad y las incertidumbres que acechan su futuro, tengo que ver el vaso medio lleno cada día para recuperar fuerzas y transmitir esperanza. Lo contrario sería un martirio propio de masoquistas y, ahí, no estoy ni quiero estar. Con esta introducción hecha, quiero analizar con ustedes la información que recibimos cada día y que, sinceramente, no alimenta mucho mi optimismo innato. Para algunos todo está mal y, como agoreros felices, nos anuncian que todo irá a peor. Hay programas de tv que cada día se revuelcan en lo negativo, establecidos en un absurdo cuanto peor mejor, nos trasladan solo malas noticias sin un mísero hueco para alentar un cierto positivismo. Creo que ya no existe aquel periódico que se llamaba El Caso, que recogía y desarrollaba toda cuanta tropelía protagonizaban delincuentes y gentes de mal vivir. Da igual porque son muchos los medios que han tomado su relevo. Es verdad que el mundo está como está y que pasan las cosas que pasan. Corrupción,terrorismo,crisis y todo tipo de desgracias que no facilitan una digestión tranquila ya desde el desayuno. Pero digo yo que también ocurrirán cosas buenas. La gente normal, esa que te encuentras cada día en la barra de un bar tomándose un cafelito, comenta que un hijo ha encontrado un trabajo, otro celebra que su esposa ha superado una enfermedad tras ser atendida en la sanidad pública, un tercero cuenta que su situación ha mejorado y ya piensa en adquirir una vivienda para su familia y así uno tras otro encuentran un momento de autosatisfacción que sube su moral y la de su círculo más próximo. En la situación que estamos, compartir buenas noticias es un acto casi patriótico y contribuye, sin duda, a elevar la moral decaída de unos ciudadanos ansiosos de buenas nuevas. Nuestra sociedad arrastra problemas graves y esto lo sabemos todos, pero sabemos también que desde la desmoralización colectiva será mucho más complejo hacerles frente a las adversidades. Una sociedad hundida en la desmoralización, difícilmente tendrá fuerzas para avanzar hacia la luz, esa que se atisba al final del túnel. Hay dos formas de interpretar una misma información: por poner un ejemplo que lamentablemente está muy de moda; la corrupción. Este cáncer que existió siempre a lo largo de la historia de la humanidad y que hoy nos golpea con fuerza. Pues bien, podemos revolcarnos en el tema y no ver salida o podemos mirar con optimismo al futuro, toda vez que, por fin, los corruptos están siendo perseguidos, detenidos y encarcelados. La primera opción nos ahoga en el desánimo y, lo que es peor, sienta cátedra maligna: todos son iguales, si todos lo hacen yo lo haría, el que no lo hace es por falta de oportunidades, etc. etc. Estos pensamientos son destructivos y no aportan bien alguno a nuestra sociedad. Es la segunda opción, la positivista, la que recarga nuestras pilas y, más allá de la censura que merece toda corruptela, nos anima a recorrer otro camino, aquel que busca el éxito en los méritos y en el esfuerzo como hoja de ruta para el triunfo. Porque queridos amigos, somos muchos más los honestos que los sinvergüenzas, muchísimos más los honrados que los delincuentes. Y es por ello que no podemos aceptar que “los malos “, sean los protagonistas de nuestras vidas cotidianas. Tristemente el bien hacer no genera titulares ni abre programas de televisión y, aún así, es necesario saber que eso es verdad, que existe un mundo de gente esforzada y honrada que merece su reconocimiento. Hagamoslos, entre todos, los verdaderos protagonistas. Este artículo, va por usted ¡

 

¿Pasa algo bueno?

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