MISERABLES

Entre honorable y miserable hay una línea gruesa que, sin duda, ha sobrepasado  Jorge Pujol. Lamentablemente no está solo, con él están cientos de políticos en España que nos han metido la mano en el bolsillo hasta dejarnos un agujero que, como no, nos costará Dios y ayuda repararlo. Eso sí, a nuestra costa mientras ellos engordan sus cuentas suizas. Son unos miserables que con la abundancia no les llega y quieren más aunque en ese más sacrifiquen vidas y personas en forma de recortes: ellos hacen las golferías y nosotros las pagamos. Me dan asco.
En la memoria casos como “Filesa”, “Malesa” o “Time Sport” que descubrió la financiación espuria del PSOE, o la GÜRTEL del PP también nombres como Roldan, Mariano Rubio, Juan Guerra o más recientes como Bárcenas, Fabra, Matas o casos como los ERES de Andalucía e incluso el escándalo de las preferentes y otros muchos que manchan nuestro país de Norte a Sur me sugieren realizar una historia de los 39 años de democracia que ya cumplimos, en base al análisis cronológico de los casos de corrupción que han acabado por destrozar la moral de los ciudadanos que ya no nos fiamos de ningún político. Por encima de la injusticia que la generalización supone, en este caso, está más que justificada. Especialmente dolorosa para mí la generalización porque, además de ciudadano, pretendo ser servidor público aquí, en mi ciudad. Tarea difícil la de hablar a los ciudadanos que, cuando piensan que eres un político, se les dibuja en la cara una mirada de sospecha, incredulidad y casi de desprecio.
Lo cierto es que comparto ese sentimiento. Vivir como vivimos, intentar sobrevivir a esta dura crisis, sacar adelante a tu familia y pagar impuestos para descubrir que quienes tienen obligación de una conducta ejemplar se han dedicado a llevárselo crudo, destroza las buenas intenciones de cualquiera. Hace unos días, un inspector de Hacienda, de vacaciones en nuestra ciudad, me confesaba la vergüenza que pasa cuando se dirige a un empresario para abrirle una inspección y éste le dice : “lucho por mantener abierta la empresa, contra viento y marea, para conservar los empleos, en definitiva para sobrevivir. Los defraudadores los tiene usted en Génova, Barcelona, Valencia e incluso en Galicia, y además no tendrá que moverse mucho, comparten despachos y edificios oficiales”,  le espetan al inspector en cuestión. Viene esta reflexión  a cuento porque tras la confesión de Pujol, confesión forzada porque un medio nacional lo iba a publicar y sin duda como parte de una estrategia jurídica,  recordé la frase del líder catalán cuando afirmaba “España nos roba” para justificar sus ansias de independencia. Y desde la indignación que ya no puedo ocultar, me puse al teclado para desahogarme en estas letras que quiero compartir con ustedes.
No es España la que roba, son ustedes los que nos han robado la ilusión, el futuro y el progreso. Con todo lo dicho, digo también que no me resigno, que no trago con lo que está pasando como si fuera inevitable, conozco a personas que, como yo, aspiramos a una democracia limpia, en la que los ciudadanos seamos protagonistas y no meros penitentes amenazados por los saqueadores que, desde la impunidad del poder o de las cloacas del poder, se ríen de nosotros mientras se forran a nuestra costa. Aquello de “Todos a la cárcel” de Berlanga, no era una comedia, sino la advertencia de lo que iba a venir. De todo esto, lo que más me gusta es el final: los ciudadanos tenemos el poder y la capacidad de cambiarlo todo. Depende de nosotros, solo nos falta ser conscientes de ello y, por mi parte, haré todo lo posible para que tomemos conciencia cuanto antes. No podemos dejarles esta lacra a nuestros hijos. ¡Menuda herencia!
*Carlos Marcos es presidente de Unión Coruñesa

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