Ha muerto un coruñes.

Siempre pensé que esa canción que rezaba “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”, decía verdad. Lamentablemente, tras el tiempo que he vivido, he tenido que despedir a muchos amigos y familiares y siempre tuve ese sentimiento duro de desgarro en el alma y quedarme para siempre con los mejores recuerdos de aquellos que quise y ya no están.
Hace una semana se fue Paco Ferreiro, un buen amigo y gran coruñés. A sus 86 años su memoria privilegiada nos ilustraba en cada reunión, en cada almuerzo sobre la historia de la ciudad a la que él amó y de la que se fue enamorado. En ella pensó hasta el último instante de su vida cuando, tras una larga tertulia con su hermano Celso, otro gran coruñés, se despidió de él por última vez y se fue a su casa a agotar los minutos finales de su vida. El no lo sabía, se encontraba fenomenal y trabajaba en el estudio del último expolio que ha sufrido nuestra ciudad, el traslado de la Federación Gallega de Fútbol a otra ciudad.
Paco tenía documentado que en 1909 se había fundado en La Coruña esta federación antes incluso que la propia Federación Española, que se fundó en 1913. Mil ejemplos como este podríamos poner, porque nadie como Paco conocía la historia cierta de nuestra ciudad, a la que defendió con pasión hasta el último suspiro de su vida. Dada su longevidad, Paco Ferreiro ostentó distintos cargos de responsabilidad en el ejercicio de su profesión.
Fue director del Banco Mercantil e Industrial de La Coruña y en Barcelona, donde fue fichado por el director regional del Hispano Americano como adjunto y ciudad en la que vivió hasta su jubilación para volver, de inmediato, a su querida Coruña. Tuvo muchos otros cargos de responsabilidad en consejos y empresas, pero él de lo que presumía era de su coruñesismo inagotable, de su paso por la directiva del Deportivo o su activa participación en Amigos de La Coruña en los momentos más difíciles de la ciudad.
Contaba, con admiración, que estuvo siempre al lado de su gran amigo José Luis Pérez Cepeda, otro coruñés de pura cepa que, independientemente de sus títulos universitarios y otros méritos que atesoraba, se había hecho tarjetas de visita que, bajo su nombre, ponían “Coruñés”. Y es que, en aquella Coruña, eran muchas las personas distinguidas que presumían de su ciudad con orgullo. A ellos les debemos gran parte del progreso de nuestra ciudad el siglo pasado y mucha de la inercia que nos hizo avanzar cuando ya muy pocos sintieron la necesidad y el compromiso de seguir con la obra que heredamos de personas como Paco o José Luis y con ellos Cristino, Margarita, Máximo y tantos otros hasta mi querido y nunca olvidado Pepe Dopeso.
Por eso, por todos ellos, mi sentimiento hoy es agridulce: el amigo Paco Ferreiro se ha ido, pero se ha ido a un lugar donde el coruñesismo es eterno. Allí seguramente ya hay una corporación coruñesa que, presidida por Alfonso Molina o Sergio Peñamaria, reúne cada día para tertuliar sobre La Coruña, a todos los grandes coruñeses que desde el cielo siguen compartiendo ese sentimiento de amor eterno por nuestra ciudad. Para Paco Ferreiro y todos ellos, nuestro recuerdo y cariño imborrable y un compromiso: Jamás os olvidaremos ¡

Ha muerto un coruñes.

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