Desconcierto en el PP

Tras las elecciones municipales he tenido la oportunidad de cambiar impresiones con algunos militantes antiguos del PP, esos que han remado siempre a favor de obra sin más interés que el bien de su partido. Están un tanto desolados porque han comprobado que el poder municipal se le escurre entre los dedos a su partido sin que el aparato sepa reaccionar y se temen un resultado complicado dentro de un año cuando seamos llamados a urnas para renovar el Parlamento de Galicia.
Los gallegos, mayoritariamente, estamos gobernados por gobiernos de izquierdas y los populares solo retienen la Diputación de Orense por un pacto difícil de explicar con un asilvestrado Jácome, que dará muchos dolores de cabeza a los de Feijóo. Es verdad, las referencias del otrora todopoderoso PP son Lalín y Arteixo, muy respetables ellos, pero parece poca cosa al lado de las siete grandes, donde el PP es oposición o, como en Vigo, que es testimonial. La capilaridad de los populares en el territorio gallego es casi del 100% y, sin embargo, sus resultados son pobres. Todo parece indicar que los populares han renunciado a su militancia y a su presencia en el tejido social de nuestros pueblos y ciudades y se limita a movilizar sus bases solo en las campañas electorales, es como si confundiera lo institucional con lo partidario convirtiendo a un partido de gobierno en un apéndice de las instituciones que gobierna.
Si a esto le añadimos que las listas se hacen mirándose al ombligo y por cercanía o amistad con el grupo del aparato, las personas que aparecen en ellas no responden a líderes sociales en sus pueblos y ciudades si no a amigos de los jefes. Esto tiene una consecuencia, la desmovilización en el mejor de los casos y la renuncia a las siglas para incorporarse a otros proyectos políticos en el peor.
En todo caso, parece confirmado que la ilusión con la que los militantes populares trabajaban en sus campañas ha desaparecido y solo pisan el acelerador aquellos cuyas nóminas dependen del partido o del escaño anhelado. Así no se ganan elecciones, todo lo contrario, y el multipartidismo pone al alance de los votantes otras papeletas que poder elegir que seducen a antiguos votantes conservadores. Esto no parece querer verlo Feijóo que estoy convencido de que deshoja la margarita de su candidatura a la presidencia con desgana porque no está dispuesto a presentarse para perder, no lo necesita y podría dilapidar su exitoso currículo con una derrota no deseada.
El problema es que su posible sucesor es una incógnita y el propio Feijoo se ha encargado de que no haya un delfín indiscutible. Perder el gobierno de España, mucho poder autonómico y muchísimo poder provincial y municipal no es un buen síntoma. El PP debe recuperar músculo sumando a personas que lo abandonaron y a muchas otras que podrían compartir un proyecto conservador moderado y sin complejos, pero que se topan con las puertas cerradas por no pertenecer a ninguno de los grupos de poder que copan los aparatos del partido en los distintos niveles. Emulando al almirante Méndez Núñez cabría decir que más vale partido sin gobierno que gobierno sin partido porque, sin partido, se perderá el gobierno. Y todo esto, sin acritud, por supuesto.

Desconcierto en el PP

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